Me levanté muy temprano porque quería ir a la Playa de la Yerbabuena, tomar algunas fotos con las primeras luces del día, desayunar en algún sitio con vistas, y luego volver al hostal para cargar la moto y seguir viaje. Así que me vestí de civil y bajé a la calle. Afortunadamente encontré mi  moto donde la dejé y con un aspecto intacto. Como era de esperar por el frío de enero, la humedad de la costa y el relente de la noche, la moto no arrancó. Insistí un par de veces y nada, hacía intento pero no lo conseguía. Le conecté el arrancador portátil a la batería pero nada, igualmente lo intentaba y no lo conseguía. Así que me resigné, para entonces las primeras luces se habían convertido en una mañana en toda regla, así que me dirigí a la cafetería del hostal, pedí un café y unas tostadas, y me puse cómodo para hablar con Mapfre. Fue espectacular, la grúa, que tenía su base muy cerca del hotel, llegó en 5 minutos. La cafetería-tapería del hostal estaba atendida por un equipo joven y muy amable, uno de los chicos era también motorista y se ofreció a empujarme. Le expliqué que mi moto cargada a tope y con el tanque lleno, debía rondar los 300 kg, gracias, pero mejor esperar a la grúa. El chico de la grúa conectó su arrancador, mucho más grande y potente que el mío, pero el resultado fue el mismo, nada. Repitió la operación varias veces y finalmente, decidimos llevar la moto al taller más cercano, que además estaba a 200 metros del hostal. Motos Ciguerilla, me trataron de lujo. Dejaron lo que estaban haciendo y se pusieron con mi moto del tirón. Se quedaron con mi móvil y me dijeron que en una hora me dirían algo, así que me volví al hostal y me tumbé un rato en la habitación. Poco después me llamaron para decirme que no sabían qué le pasaba a la moto, que la batería tenía carga y el motor de arranque funcionaba, y que siendo yo de fuera no les parecía desmontar la moto y ponerse a investigar, por lo que recomendaban volver a llamar a la grúa, y llevar la  moto a un servicio oficial. Otra vez a la cafetería, más café, y ví en internet que los concesionarios Triumph más cercanos estaban en el Puerto de Santa María en dirección oeste, y en Marbella en dirección este. Como mi viaje continuaba hacia el este elegí Marbella, hablé con ellos, les expliqué lo que me pasaba, y me dijeron que ok, que montara la moto en la grúa y en cuanto llegara se ponían con ella. Motos Siebla, concesionario oficial Triumph, Ktm, Suzuki, Harley Davidson, Indian y Polaris, casi nada. Todo un detalle, teniendo en cuenta cómo funcionan las reservas y los tiempos en los concesionarios oficiales.

Desayuno en Barbate con café turbo.

Ya en Motos Ciguerilla volví a hablar con Mapfre, les pedí otra grúa y un taxi para ir a Marbella, tuve que explicarles por qué necesitaba una segunda grúa y hablaron con el propietario del taller para confirmar, pero no me pusieron ningún problema, al contrario, en 20 minutos tuve allí la segunda grúa y el taxi. El propietario de Motos Ciguerilla me trató genial, revisó mi moto, me dejó hacer todas las gestiones desde su taller, entré al baño, cargué el móvil… en fín, como en mi casa, y no quiso cobrarme nada, incluso me dijo que lamentaba no haberme podido ayudar más. – Coño, ¿todavía más?, le dije yo. Un buen tipo.

Así que Mapfre se quedó con la moto y yo me monté en el taxi y salimos para Marbella. El taxista era un señor del pueblo, muy simpático, con un Mercedes con 9 años y 800.000 kms que estaba como nuevo, salvo por un quejío que se oía en las curvas, porque le había cambiado recientemente las zapatas, y cada vez que girábamos y sonaba la zapata, él pegaba un respingo y a mi me daba un susto gritando – ¿dónde suena, alante o atrás?. Fue un buen trayecto hablando de sus viajes por toda España, y disfrutando del paisaje por la ventanilla, las vacas retintas, los prados verdes, los campos eólicos, y el mar, tomé algunas fotos desde el taxi.

Desde el taxi entre Barbate y Marbella.

Ese día tenía que haber recorrido  el final del primer sector de la ruta 47 (Barbate con la Playa de La Yerbabuena y Zahara de los Atunes), y el segundo sector completo, la carretera del Estrecho, recorriendo Tarifa, Puerto del Cabrito (340 m), Puerto del Bujeo (330 m) y finalmente Algeciras, para posteriormente enlazar con Málaga e iniciar la ruta 44. Sin embargo, eran las 14h y ya me había resignado al cambio de planes, por rápida que fuera la reparación, tendría que hacer noche en Marbella y seguir al día siguiente. Le comenté al taxista la situación, y le dije que lo que más lamentaba era no visitar El Balcón del Estrecho, un mirador formidable situado cerca de Algeciras, entre los puertos del Cabrito y El Bujeo. Tal vez, cuando vuelva al Restaurante Trafalgar y al Parque de la Breña, me asome también por este sitio. Media hora después, para mi sorpresa y sin yo pedirlo, el taxista estaba aparcando el taxi. – Pues esto es el Balcón del Estrecho, date una vuelta, tómate tu tiempo, y cuando quieras, me lo dices y seguimos. El sitio es impresionante, igual que la gente de Cádiz, yo no sé qué tiene el aire, pero la simpatía y relajo de la gente de esa tierra es espectacular. Yo siempre he dicho que lo mejor de Andalucía en Cádiz, sobre todo por su gente. El Balcón del Estrecho es uno de los pocos lugares del mundo desde los que puedes divisar, con total claridad, dos continentes al mismo tiempo. Las vistas son grandiosas, con el mar, el cielo, África al frente, y detrás y a los lados las montañas con sus grandes hélices. Fumé un rato disfrutando del sitio, e incluso cambié unas palabras con un motorista que tomaba café, sólo, en el mirador, junto a una bonita Café Racer.

El Mirador del Estrecho. Café con vistas.
El Mirador del Estrecho. África desde Europa.
El Mirador del Estrecho. África desde Europa II.

Ya en el taxi, reservé habitación en el Hotel Baviera, junto a Triumph. Poco después el taxista me dejaba en la puerta del concesionario, eran las 15:30h, abrían a las 16h y mi moto estaría apunto de llegar, así que entré a toda prisa en el Dragón Marbella, restaurante chino junto al concesionario, donde la propietaria en persona me sirvió un menú del día abundante y rico, un café aceptable, y una botella de agua con gas.

A las 16h en punto, estaba en la puerta del concesionario, que ocupa dos esquinas: en una están las Triumph, y en otra las Harleys y las Indian (las Ktm y las Suzuki o no estaban o no las recuerdo). Me demoré un buen rato viendo toda la gama Triumph, flamantes, espectaculares. Tenían, por supuesto, la última versión de mi moto, la Triumph Tiger 1050 Sport, que seguramente será mi próxima moto… espero que dentro de muchos años. No sé si por la hora, o por la pandemia, pero me llamó la atención que las dos exposiciones estaban atendidas por una única persona, que iba y venía según necesidad, necesidad que a las 16h era poca. Me presenté y me llevé un disgusto, porque no sólo no estaba al tanto, sino que además el taller lo tenían en otro sitio, en un polígono industrial a 2 km de distancia. No me lo esperaba y no me sentó bien, eso tenían que avisarlo en su web, o al menos haberme advertido cuando hablamos por teléfono. En fin, llamé a la grúa para informarle del nuevo destino y me dispuse a coger un taxi, pero no fue necesario, porque el chico de la grúa se prestó a recogerme, y un rato después, por fin llegamos juntos al taller. Un taller descomunal, con una zona de espera agradable, con dulces y agua mineral gratuita para los clientes, y un jefe de taller joven y menudo, hipersimpático e hiperenergético, todo un relaciones públicas, que me atendió a las mil maravillas.

Entraron la moto, le dieron al botón, y la moto arrancó a la primera. Le metieron la máquina de diagnosis y no daba ninguna avería. Se la quedaron una hora y media en observación. Durante ese tiempo yo tomé un café y me fumé un cigarro, y ellos arrancaron la moto en frío y en caliente hasta treinta veces, y siempre arrancó a la primera. Así que al final me la entregaron, no me cobraron nada por el tiempo de los mecánicos, sólo 20 eurillos por la diagnosis, e incluso me dijeron que si por la mañana no arrancaba, iban a recogernos con una furgoneta.

Árbol de Navidad mecánico en Motos Siebla (Marbella).

Ya era de noche y me fuí directo al Hotel Baviera, un hotel moderno y elegante en el centro de Marbella que me encantó a primera vista, seguro que vuelvo. Metí la moto en el garaje del hotel, hice un checking rápido, y me encontré en una habitación fantástica, amplia, con una cama enorme, con minibar y suelo de madera. Después de una larga ducha comí algo en la habitación y no quise salir, estaba cansado después de más de doce horas en la calle entre talleres, bares y taxis. Además, la habitación tenía una terraza con mesa, cenicero y butacas, en la que fumé después de cenar, relajándome tras un día tan largo, creo que ví algo en la tele, y me dormí enseguida.

Mi habitación en el Hotel Babiera (Marbella).

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2 respuestas a “De Barbate a Marbella: historia de una avería en ruta.”

  1. Lo había leído antes pero ahora que lo he vuelto a leer más despacio, me ha encantao.

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