Nos levantamos temprano, bus a La Croix de Berny, y RER al centro, a la Isla de la Cité, donde está la Saint Chapelle. La primera impresión que tuvimos es que se trata de la capilla mejor protegida del mundo. La calle donde está el acceso está cortada por una barrera protegida por 5 ó 6 gendarmes con metralletas, a los que tienes que enseñarles tu entrada para que te dejen pasar. Y ya dentro de la calle, encontramos más gendarmes fuertemente armados y al menos media docena de furgones policiales desplegados en batería delante del monumento. Unos minutos después supimos que la capilla comparte emplazamiento con el Palacio de Justicia donde está la Corte Suprema de la República Francesa…

Se trata de una capilla que recomiendo a cualquier visitante de París, por sus espectaculares vidrieras. Son más de 600 metros cuadrados de vidrieras, 15 vidrieras a todo el rededor de la capilla, con 1.113 escenas que figuras que cuentan la historia de la humanidad, desde su creación hasta la resurrección de Cristo, según diferentes episodios sacados de los libros que componen la Biblia: Génesis, Éxodo, Números, Deuteronomio… Además se dio la circunstancia de que sólo unos meses antes, yo había estado releyendo el Antiguo Testamento, por lo que me resultó muy interesante y mi mujer y los chicos tuvieron que sacarme de allí un poco arrastras, después de más de una hora. También hay un rosetón en el lado oeste con 9 metros de diámetro, que representa el Apocalipsis. Hay también una pequeña basílica aledaña donde está la tienda del monumento y donde compramos algunas cosillas. Nos gustó mucho, es una visita que está genial.


Después de la capilla, nos fuimos a pasear por el barrio latino. Yo esperaba un barrio mestizo y bullanguero, con cantinas y taquerías… en fin, lo que es un barrio latino, sin embargo encontramos un paisaje fuertemente europeo, con profusión de monumentos, edificios históricos y facultades universitarias. Al día siguiente, un guía muy majo con el que hicimos un free tour, nos explicó que el barrio latino se llama así por referencia al pasado Romano de la ciudad, y al latín como lengua culta. El Sena divide la ciudad de París en dos partes, la parte de los que piensan, que es el barrio Latino, y la parte de los que gastan, que es la otra ribera, donde están los Elíseos y todas las tiendas y restaurantes de lujo. Además, el barrio latino es una de las pocas zonas de París donde puedes comer bien en una bonita brasería parisina, un menú del día 100% francés, a precios realmente económicos, en torno a 15€ por persona. Teníamos previsto comer allí el último día, pero el chico propuso una excursión improvisada al Palacio de Versalles, y quedó pendiente. Paseamos el barrio a fondo, en dirección a los Jardines de Luxemburgo, pero callejeando sin remilgos por donde mejor nos parecía. Buscamos el Pasaje del Odeón. Los pasajes son calles que se conservan como estaban antes de la reforma urbanística del siglo XVII, lo había leído y tenía curiosidad, pero no conseguimos encontrarlo. En la búsqueda, pasamos por una inmensa facultad universitaria, de aire renacentista, sin duda un lujo estudiar allí, y finalmente llegamos, ya muy cansados, a los Jardines de Luxemburgo.

La visita a Los Jardines de Luxemburgo, fue uno de los grandes momentos del viaje, llegamos agotados y hambrientos. A primera vista nos impresionó su amplitud y sus grandes espacios planos y despejados, con césped salpicado de florecillas, y grandes arriates muy cuidados, estanques enormes y un gran palacio. En el contorno arboleda, y al fondo, setos gigantes recortados con esmero. Es un jardín con una vitalidad desbordante, repleto de gente comiendo, leyendo, durmiendo, descansando… y no sólo turistas, me daba la impresión de que la mayoría eran parisinos que se iban allí a pasar el día. Hicimos un rico picnic con tortilla de patatas, y tomamos el sol largamente, en unas comodísimas sillas metálicas que estaban esparcidas aquí y allá, y que no estaban sujetos al suelo. Comentamos que en España durarían poco, pero allí están en todos los parques y no parece que se las lleve nadie.


Después seguimos paseando por el barrio latino en dirección al Panteón de Franceses Ilustres, donde están enterrados Victor Hugo, Zola, Alejandro Dumas, Marie Curie o Jean Monet entre muchos otros. El edificio es neoclásico y merece la pena, aunque lo que más me llamó la atención fue el ambiente. Junto al panteón está la facultad de Derecho, en una gran edificio monumental, y todo el entorno, con grandes espacios acotados al tráfico, estaba lleno de chavales y chavalas sentados por el suelo, tomando el sol y charlando.


Caminando por detrás del Panteón de Ilustres se llega a la Iglesia de Saint Etiene du Mont en una pequeña plaza. Justo a la izquierda de la Iglesia sale la Rue de la Montange de Ste Genovieve, una calle en cuesta y en curva muy atractiva para pasear y tomar fotos, está llena de braserías y cafés parisinos que son muy bonitos, la paseamos hacia abajo entera y seguimos buscando una boca de metro para ir a Montmartre.

Montmartre es el barrio más bohemio de París, donde está Moulin Rouge y demás cabaret, además de la Sacre Coeur y la Plaza del Tertre.

Cuando salimos del metro, fuimos dando un paseo por el barrio, hasta los jardines que hay a los pies de la Sacre Coeur. Son unos grandes jardines con escaleras, por los que vas haciendo una gran ascensión hasta la basílica, en la zona alta del barrio. Puedes subir caminando por las escaleras, donde suele haber muy buen ambiente con músicos callejeros, o como hicimos nosotros, subir en el funicular de Montmartre, que además, estaba incluido en nuestro abono de transporte.
Cuando llegamos arriba fuimos derechos a la Sacre Coeur que es todo un espectáculo, no tanto por el interior de la basílica, que no tiene nada especial para cualquier español curtido en mil catedrales, y que además tiene dispuestos tal cantidad de tenderetes de venta de recuerdos, que queda desposeída de cualquier interés espiritual; como por su aspecto exterior, que a mi me impresionó por su aire oriental, y también por sus amplios jardines, su ambiente lleno de familias con niños y grupos de jóvenes, y por su amplio mirador elevado, desde el que las vistas de París son espléndidas. Había también indios con cubetas vendiendo cervezas y candados, porque a las parejas de París les ha dado por llenarlo todo de candados. Un guía nos explicó el motivo, pero era una chorrada y se me ha olvidado.

En la basílica el niño le compró unos recuerdos a su novia, y después nos sentamos un buen rato en las escalinatas del mirador, a comer algo, y disfrutar de las vistas y del ambiente, que era alegre y festivo, pero sin llegar a ser agobiante.


Después fuimos a pasear por el barrio, paseo corto porque estábamos cansados. Rodeamos la basílica y tomamos una pequeña calle llena de tiendecitas turísticas en las que compramos algún recuerdito, y seguimos hasta la Plaza del Tertre, la famosísima plaza a todas horas llena de artistas haciendo pintura en vivo.


Suena bien, pero no fue para tanto, porque había riadas de gente que te impedían hasta caminar, así que nos limitamos a dar una vuelta a la plaza, y luego bajamos andando por unas escaleras muy largas y empinadas, que nos llevaron de vuelta a la zona baja del barrio, donde caminamos un poco más hasta la boca del metro, y ya exhaustos, iniciamos el periplo de transporte urbano por metro, RER y bus, hasta el apartamento en nuestro suburbio parisino.
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