Para nuestro segundo día en Cádiz, el plan era hacer un free tour por la mañana, para seguir conociendo los barrios del Pópulo y la Viña, comer al mediodía en el Manteca, y luego, alquilar unas bicis y dar un paseo al atardecer.

Desayunamos en casa, y dimos un paseo hasta la Plaza de San Juan de Dios, donde empezaba nuestro tour a las 10:30h. Igual que el día anterior, la visita comenzó con una explicación del edificio del Ayuntamiento, y también igual que el día anterior, vimos enseguida que la guía era sólo funcional.

Entramos en el Pópulo por el Arco de los Blanco, una de las tres puertas del recinto amurallado, que dan paso al barrio medieval del Pópulo. Esta puerta estaba junto a un castillo del que actualmente no queda prácticamente nada.

Arco de los Blanco (siglos XV-XVII). Antigua Puerta de Tierra del recinto medieval, se situó inmediata al Castillo de la Villa y sobre ella levantó la familia Blanco en el siglo XVII una capilla hoy desaparecida.

Tanto la muralla como los arcos y los escasos restos del castillo, están hechos con piedra ostionera, piedra gaditana que debe su nombre a un molusco, por ser piedras sacadas del mar, con cantos marinos y moluscos en su interior. Es una piedra que a mí me encanta.

Piedra ostionera, gaditana y marinera.

Nada más entrar en el Pópulo por este arco, sale a la izquierda un estrecho callejón sin salida, que termina en un pequeño mirador con barrotes, desde el que se puede contemplar el teatro romano de Cádiz, monumento recientemente recuperado y que en esta ocasión no llegamos a visitar. Poco después llamó mi atención una casita con una placa que identificaba una Asociación de Cargadores. La casa, la placa, y el señor mayor que salía por la puerta, me pareció que pertenecían a aquel lugar desde el principio de los tiempos.

Unos metros más adelante nos paramos a ver El Callejón del Duende. Callejón actualmente sin salida que es la calle más estrecha de la ciudad y que puedes contemplar desde fuera, a través de una reja. Hay varias leyendas sobre su origen, una de ellas es que fue lugar de encuentro de contrabandistas, uno de los cuales era conocido como “El Duende”. 

Seguimos paseando hasta la Plaza de Fray Félix, donde ya estuvimos el día anterior para ver la Parroquia de Santa Cruz o Catedral Vieja, levantada sobre una mezquita en el siglo XIII. Aunque estábamos repitiendo la visita, estuvo bien porque a diferencia del primer día, visitamos el interior de la parroquia.

En el siglo XIII la mezquita mayor fue adaptada como catedral y más tarde se reemplazó por un templo gótico-mudejar que fue destruido por tropas anglo-holandesas a finales del siglo XVI. Luego fue reconstruida entre los siglos XVI y XVII, y se le dio un aspecto exterior más de fortaleza que de templo, para que pasara desapercibida en las batallas navales.
Parroquia de Santa Cruz o Catedral Vieja, con aspecto de fortaleza.

Y junto a la parroquia, la Casa de la Contaduría, asentada sobre la cávea del Teatro Romano, que actualmente alberga el museo catedralício.

Portada de la Casa de la Contaduría.

Seguimos caminando y enseguida llegamos a la Avenida Campo del Sur y el Paseo del Vendaval, abierto al Mar del Vendaval, entre el Mediterráneo y el Atlántico, entre dos aguas. Paco de Lucia le puso título a su tema pensando en esa línea que separa el Mediterráneo y el Atlántico. Allí hay un mirador y una sala acristalada con la reproducción de unos sarcófagos fenicios, pero en este punto la guía estaba un poco espesa y creo que nosotros estábamos deseando irnos al Paseo del Viento a contemplar La Pequeña Habana. Efectivamente, justo en la curva de Campo del Sur, hay unas casas de colores, que con esa luz y situadas junto al mar, tienen un aire muy habanero. Estuvimos un rato junto al mar, contemplando esa Habana con más salero, de un Carlos Cano que estará siempre presente en la ciudad.

La Pequeña Habana.

Después caminamos hacia el centro y volvimos a visitar, como el día anterior, la Plaza de las Flores con su bonito edificio de Correos y el Mercado Central con sus exposiciones temporales… Alba y los niños se portaron muy bien porque no me recriminaron nada, pero yo me sentía apurado por haber programado dos tours seguidos tan parecidos. En teoría, tenían algunas paradas coincidentes y muchas distintas, pero la verdad es que Cádiz es una ciudad pequeñita y con un tour de este tipo es suficiente.

Edificio de Correos en la Plaza de las Flores, obra del mismo arquitecto que la Plaza de España de Sevilla, con la misma combinación de azulejos de colores y ladrillo rojo.
Murales navideños en el exterior del Mercado Central.

Aún así, en esta ocasión visitamos, a diferencia del día anterior, el barrio de La Viña, que a mí personalmente me interesó mucho más que el Populo. Al paso entre el Mercado Central y la Playa de la Caleta, el barrio de La Viña lo forman un puñado de calles, muchas adoquinadas, con casas blancas y algunas de colores marinos, también algunas con piedra ostionera, es un barrio con cierto aire Atlántico, pero muy andaluz. Sin duda, la calle más bonita es la calle La Palma, adoquinada y flanqueada por altas palmeras, y sin embargo popular y auténtica, con una bonita iglesia en un extremo, y en el otro, la playa de La Caleta.

Calle La Palma en el barrio de La Viña. La Calle de los Caleteros.
Parroquia de Nuestra Señora de la Palma.

Terminamos el tour en la Playa de La Caleta, donde las nubes dibujaban un cielo montañoso que se iba oscureciendo en las alturas. Era un poco pronto para comer, así que nos pusimos a andurrear buscando una terraza en la que descansar un rato y tomar una cerveza, y por supuesto, la encontramos enseguida.

Playa de La Caleta.

Queríamos comer en la Taberna Casa Manteca, que es un lugar imprescindible, y no admiten reservas, tienes que llegar y buscarte la vida, así que llegamos muy temprano para comer y aún así, estaba lleno y había lista de espera. Teníamos para unos 40 minutos así que nos fuimos a otro bar cercano a echar una cerveza con unas patatas y hacer tiempo. El tiempo voló y enseguida estábamos en nuestra mesa. El Manteca es uno de esos sitios que están en el hilo pero que funcionan.  El ambiente, la carta, la decoración, los camareros…. todo es un poco excesivo, pero no llega a ser impostado, la verdad es que funciona. Tengo que decir que a los cuatro nos encantó y que se lo recomiendo a cualquiera sin reservas. Es un sitio pequeño y bullanguero, pero con algo de paciencia, puedes comer en la barra o en la pequeña terraza. Nosotros comimos fuera, aunque desde luego entramos y tomamos algunas fotos del interior: es la típica taberna andaluza apretá, flamenca y taurina, popular pero a la vez con ese aire poderoso que sólo tiene Cádiz.

Taberna Casa Manteca.

La carta es espectacular con chacinas, conservas, pescaito frito, marisco y otras especialidades. Nosotros pedimos tortillas de camarones (las del Manteca, sin duda, las mejores del mundo), croquetas de carabineros, salmorejo con helado de aceite de oliva, chicharrones de Cádiz (distintos de los de Chiclana, estos son unas lonchas finísimas que se sirven frías, y que yo juraría que están maceradas en cítricos, exquisitas y ligeras), queso payoyo con mermelada de espárragos, y colas de gambón rebozadas. Fue una comida estupenda, la disfrutamos mucho, y además nos atendió un camarero simpático y profesional que nos orientó muy bien y nos sirvió rapidísimo. Sin duda, cada vez que vayamos a Cádiz iremos al Manteca.

Las tortillas de camarones del Manteca, sin dudas, las mejores del mundo.

Después buscamos una confitería con terraza para rematar la comida con un café y un dulcecito, pero en todo el trayecto hasta el Ayuntamiento no la encontramos, esto nos llamó la atención, en Cádiz hay muchas tabernas y muy pocas confiterías. Y esto acabó siendo un problemilla porque a las 16h empezaba el tour en bicicleta, y yo quería descansar un poco, así que insistí en tomar café y helado en un McDonald, que es lo único que encontramos, para disgusto de Alba, aunque se le pasó pronto con un buen café y un Sandy con doble de caramelo.

A las 16h estábamos en el punto de encuentro para el paseo en bici. Yo estaba ilusionado e inquieto, porque llevaba más de 20 años sin montar en bici, pero como Cádiz es tan llanita me animé a probar y tengo que decir que fue una experiencia maravillosa, no sólo por el paseo en sí, sino también por descubrir que sigo siendo perfectamente apto para andar en bici, al menos por sitios llanitos.

El free tour resultó ser casi un tour privado, porque sólo íbamos nosotros cuatro, y una chica irlandesa. La guía era una moza jóven, rubia y atlética, simpatiquísima y con mucha energía, era de la Europa del Este, creo recordar que eslovaca, y estaba en Cádiz haciendo las prácticas de la carrera de turismo. Nos hizo el tour alternando un magnífico español con un magnífico inglés.

Empezamos yendo a la Plaza de España, donde está el monumento a la Constitución de 1.812, junto al puerto, muy cerquita de nuestro apartamento, y desde allí fuimos a los Jardines de la Alameda para ver los ficus centenarios de Cádiz, árboles magníficos muy representativos de Cádiz, hay cinco en diferentes lugares, y parece ser que proceden de las antípodas y los trajeron unas monjitas desde la india en macetas. Allí paramos un ratito y nos hicimos algunas fotos.

Ficus gigantes, junto a los jardines de la Alameda.

Seguimos bordeando junto al mar hasta el Parque Genovés, que es el jardín botánico de Cádiz, donde hicimos una parada de media hora para visitarlo. El parque tiene una cascada con puente elevado y un estanque con patos, además de varios monumentos y la graciosa Fuente de los Niños con Paraguas. La verdad es que no es el tipo de jardín que a mí me gusta, demasiados recovecos, demasiado artificial, yo prefiero los jardines más amplios y naturales, pero igualmente pasamos un rato estupendo, paseando en familia junto al mar.

En el Parque Genovés.

Avanzamos hacia el Parador, el Castillo de Santa Catalina, y la playa de la Caleta, donde hicimos una breve parada. La luz era increíble, había mucha gente pero el clima era agradable, alegre y tranquilo, nos sentamos un rato a contemplar el mar y el ambiente, y seguimos nuestro tour por el Paseo del Vendaval, junto al Mar del Vendaval. Andamos un buen rato y paramos en un punto del paseo, estupendo para hacer fotos de La Pequeña Habana, como se conoce a esa línea de casas de colores en la Avenida Campo del Sur, y que habíamos visitado por la mañana caminando.

El Paseo del Viento, con la Catedral al fondo.
Que feo soy.

Seguimos después hasta la altura de la Catedral donde hicimos otra parada, y ya bajamos hasta el Ayuntamiento y terminamos nuestro paseo en el punto de inicio, en la calle Sopranis, dónde está Spot Segway Cadizfornia Tours. Sin duda fue una experiencia fantástica que los cuatro disfrutamos mucho y se nos hizo corto. Yo lo disfruté tanto que en cuanto llegamos a Córdoba me compré una bici, y desde entonces voy en bici a todas partes.

Para terminar el día, tenía previsto visitar el Centro Municipal de Arte Flamenco La Merced, pero estaba cerrado. Igualmente, pensé que estaría bien visitar la Feria de Artesanía en la Plaza de la Catedral y las atracciones de hielo en la Plaza de San Antonio, pero todo estaba cerrado, estábamos en Reyes, la Navidad había terminado. Sin embargo, hallamos rápido consuelo en Sabor a España, una casa de maestros turroneros junto a la plaza de la Catedral, y después nos fuimos al apartamento dando un tranquilo paseo. Ya en casa, duchas, cena, y descanso, después de un fantástico día en Cádiz.

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