Esta ruta serpentea por el límite sur de la comarca del Maestrazgo, un remoto y agreste rincón de la Comunidad Valenciana, frecuentado por montañeros que se dirigen a Penyagolosa, el punto más alto de la región, y por los aficionados a las setas.
Pedro Pardo plantea esta ruta de sur a norte, partiendo de Castellón y terminando en Sant Joan de Penyagolosa. Yo, sin embargo, la hice justo al revés, de norte a sur, porque mi plan de viaje continuaba hacia el sur, siguiendo el mediterráneo hasta entrar en Andalucía por Carboneras.
Hasta hace unos años, era posible alojarse en una hospedería en la montaña, en el mismo monasterio de Sant Joan de Penyagolosa, me hubiera encantado hacerlo, pero lamentablemente la hospedería cerró hace algunos años, y de hecho no encontré ningún alojamiento disponible en Vistabella del Maestrazgo, por lo que decidí subirme a Teruel, y alojarme en Valdelinares, donde la estación de esquí.
Por tanto, esta ruta tuvo un pequeño prólogo el día anterior, que fue el viaje de Córdoba a Valdelinares (Teruel), del que destacaré dos sectores de interés.
Como siempre que subo a la meseta, salí del califato por la N-420, y la mantuve hasta Teruel. Antes, a la altura de Torrebaja (Valencia), se une a la N-330, carretera que viene subiendo desde la Autovía del Este, la antigua y mítica ruta del bacalao. Pues bien, desde Torrebaja, ambas carreteras se unen en una sóla que durante unos kilómetros deliciosos, acompaña el curso del río Turia, rodeado de montañas, con un trazado sinuoso que invita al motorista a disfrutar. Es un tramo mágico y sorprendente, en el que por desgracia, encontré más tráfico que en 2019, cuando hice por primera vez esta carretera, camino de la reunión invernal de Arguis.
El segundo sector de especial interés, es el que discurre entre Teruel y Valdelinares, a través de la ruta de los puertos, que aparece en la guía de Pedro Pardo como una extensión de la ruta 23, dedicada al Maestrazgo. Se sale de Teruel por la A-226, y a lo largo de 80 km se van subiendo 4 puertos que oscilan entre los 1468, y los 1701 metros.

La A-226 es una carretera muy recomendable, por su interés paisajístico, y también por su escaso tráfico y su trazado, que invitan a disfrutar; sin embargo, tengo que decir que los primeros kilómetros, a la salida de Teruel, son un auténtico vertedero de basura. Me refiero a varios kilómetros con las cunetas llenas de basura, algo que no recuerdo haber visto antes en ningún sitio y que no alcanzo a comprender.
Pasado el mal rato, te vas adentrando en un paisaje rudo, con mucha piedra y matorral bajo, hasta que se corona el puerto de Cabigordo (1600 m), donde paré un rato.

Las vistas son interesantes, profundas sólo en alguna dirección, porque en otras el paisaje era de altiplanicie, con elevaciones superiores al puerto.

A unos 100 metros campo adentro, había un bonito apilamiento de piedras, y también me llamó la atención, la valla hecha con troncos, que más adelante encontré en otros puntos de la carretera, y que no se me ocurre qué función tiene.

Se hacen unos 20 kilómetros de altiplano hasta Allepuz y enseguida se corona el puerto de Sollavientos (1468 m), donde abandoné la A-226 para bajar a Valdelinares y hacer pernocta. Quedarán para otro viaje los otros dos puertos que completan ese recorrido, el puerto de Villarrolla (1701 m), y el puerto de Cuarto Pelado (1612 m).

Ya en el puerto de Sollavientos, me llamaron la atención las terrazas ganadas al monte, con laboriosos muretes de piedra.

La bajada hasta el pueblo es abrupta, con una carretera muy estrecha, y en mal estado, pero que se puede transitar sin peligro yendo despacio. Las terrazas seguían abundando a ambos lados, pero todas estaban yermas. Sin duda estas sierras vivieron tiempos mejores con masías habitadas, y huertas cultivadas en las terrazas de las laderas. Ahora la sierra se ve casi despoblada, y las terrazas parecen un capricho del paisaje. Además de las terrazas, llamaron mi atención carteles que había por el campo, prohibiendo coger setas, yo eso no lo había visto nunca, se ve que la recolección de setas debe ser objeto de explotación económica en esos parajes.
Valdelinares no me llamó mucho la atención. Por lo visto es el municipio más alto de España, a 1692 metros.

Con récord o sin él, lo que sí tiene Valdelinares es una estación de esquí, y supongo que por eso mismo, unos alojamientos muy caros. Lo más económico que encontré fue un hostalito a 65€, lo que a un motorista mochilero como yo, le parece un escándalo, sobre todo si hablamos de un tercero sin ascensor, con baño sin reformar y olor a tabaco en todo el establecimiento. Al menos, estaba limpio, la cama era cómoda y la ducha funcionaba bien. O sea, para mí suficiente, pero fuera de precio. Además estaba atendido por unos chicos que bueno… digamos que no añadían valor al alojamiento. Eso sí, el bar del hostal era curioso, porque en él se mezclaban algunos grupos de turistas de los que van a estaciones de esquí, con grupos de chavales y chavalas jóvenes que iban allí porque no había otro sitio donde ir, y algunos señores mayores del lugar que iban sólos, a dejar pasar el tiempo en ese lugar, con el ruido de fondo de los esquiadores y sus conversaciones, en tono alto, y trufadas de grandes y pequeños logros, y escasos contratiempos. Además, hay que decir que el bar era barato y el vino bueno, aunque los desayunos no son su fuerte.
Dormí bien, desayuné regular, y afronté el día con muchas ganas de moto. Lo primero era llegar hasta Vistabella del Maestrazgo, para subir al monasterio de Sant Joan de Penyagolosa y desde allí, iniciar la ruta 24, hasta Castellón. Por tanto, digamos que empezaba la última parte del prólogo, aunque tengo que decir, que este trayecto por el Maestrazgo, entre Valdelinares (Teruel) y Vistabella del Maestrazgo (Castellón), fue, aun siendo prólogo, lo mejor del día. Y eso que el día empezó raro, primero porque el tomate de las tostadas tenía crianza y hasta solera, y luego porque el GPS y el Google Maps me sugerían rutas distintas.
Eché a andar por la misma carretera que me había llevado hasta el pueblo, continuando ahora en dirección sur-este, y enseguida llegué a un cruce, en el que el GPS me proponía ir a la derecha, y me daba un tiempo estimado de ruta de 2 horas hasta Vistabella, mientras que Google me mandaba a la izquierda con un tiempo estimado de 1 hora, a través de unas carreteras que por lo visto, no aparecen en el Tomtom.
Afortunadamente hice caso a Google. Lo primero fue subir al Puerto de Linares, donde paré en un mirador y tomé una fotografía de Linares de la Mora desde las alturas.

Curiosamente, en el mirador había unos paneles divulgativos sobre astronomía, porque el mirador forma parte de la Red de Miradores de Estrellas de Gúdar – Javalambre. La ruta siguió subiendo y me crucé con algún grupo de senderistas. Más adelante, abandoné la carretera por otra mucho más estrecha que conducía a Puertomingalvo, donde, un poco antes de llegar, sale a la izquierda una carretera poco señalada, que yo de hecho me pasé, y al verla de refilón tuve que dar la vuelta. Esta última carretera, la CV-175, no aparece en el Tomtom (al menos como yo lo tengo configurado), y es una auténtica maravilla, siempre y cuando te gusten las carreteras extremas.
Paré al principio de la CV-175 para fotografiar un paisaje amplio y profundo, con Puertomingalvo al fondo, en una modesta elevación.


Seguí adelante y enseguida me dí cuenta de que esa carretera me iba a enamorar. El paisaje se fue haciendo cada vez más agreste, apenas algunas granjas con establos y sin viviendas, y cada vez más vacas en sierra abierta sin vallar, a veces junto a la carretera o incluso dentro de ella, mirándote pasar con mucha calma. Los kilómetros se sucedían y no me cruzaba con ningún vehículo. Es verdad que era Viernes Santo, pero creo que en cualquier otra fecha, por allí no pasan más que los land-rover de los ganaderos. En algunos tramos la carretera estaba muy sucia con arena y piedrecilla suelta, a veces rota y siempre muy revirada, por lo que había que conducir despacio, disfrutando del paisaje. Este tramo tan agreste son apenas 15 km que se recorren en unos 20 minutos. Entonces se llega a un puente sobre el río Monleón, cuyo lecho, ahora seco, discurre entre pinares de montaña.

Al final del puente, un cartel indica la llegada a la Comunidad Valenciana, y a continuación hay un pequeño túnel bajo la montaña. Al salir, la carretera ha cambiado totalmente y ahora es amplia, está pintada, tiene un firme perfecto, y su denominación cambia a CV-170. ¿Por qué una carretera que transcurre por Aragón se llama CV…? pues ni idea.

La parte valenciana de la ruta hasta Vistabella del Maestrazgo es ligera, cada vez menos agreste, hasta que desciendes a unas amplias llanuras cultivadas, poco antes de llegar al pueblo. Entonces, tomas a la derecha una pequeña carretera de montaña que te sube al Parque Natural de Penyagolosa. Primero pasas por la Zona de Acampada Del Planás, donde había bastantes campistas, aunque no tantos como puedas encontrar en un camping. Pasé por un puesto de control de acceso que tenía la barrera levantada, y un poco más adelante, llegué al Santuario, donde hay un amplio aparcamiento, un mirador, un centro de interpretación del parque, cocinas exteriores de libre uso para los excursionistas, y paneles que muestran todo un entramado de rutas de senderismo que sin duda, pueden merecer la pena.
Al principio de este artículo, hemos definido este lugar como un remoto rincón de la Comunidad Valenciana, frecuentado por montañeros que se dirigen a Penyagolosa, el punto más alto de la región, y por los aficionados a las setas, y así es, pero hay que puntualizar que esos montañeros y buscadores de setas, al menos en Semana Santa, son legión. Encontré allí cientos de coches aparcados, y muchos grupos entre los que predominaban los senderistas, muchos equipados con bastones, pero también familias que paseaban por allí con niños pequeños. Por tanto, hablamos de un lugar muy chulo al que merece la pena ir y al que me encantará volver, pero si alguna vez fue recóndito, hoy desde luego ya no lo es.
En el pasado reciente había un santuario con religiosos, que además de sus servicios espirituales, ofrecían al viajero hospedería. Ahora es un edificio vacío y en obras. Estuve un rato paseando por el entorno y tomé algunas fotografías del conjunto, del acceso a las habitaciones, de amplios salones con chimeneas y mesas para el viajero, incluso de un aula de la naturaleza. Es un lugar interesante.





Además, desde junio de 2018, en el entorno boscoso del santuario, pueden contemplarse cuatro obras de arte al aire libre, fruto de una residencia artística. Las obras, quieren reflexionar sobre la relación entre las personas y las tradiciones ligadas a la ermita de Sant Joan y el pico de Penyagolosa.
Siempre he sentido debilidad por el aire al aire libre, así que me paré a visitar una de las cuatro obras. No todas, porque tenía muchos kilómetros por delante. Las otras tres son un excelente motivo para volver a este lugar.
La obra PEREGRINAJE de la serie inner territories pretende, en palabras de su autora, la argentina Silvina Soria, crear una experiencia estética y de juego que nos dé la oportunidad de pensar sobre nuestros caminos personales (…/…). Un laberinto es un símbolo universal y espiritual, que representa el camino de purificación en la búsqueda de la esencia de uno mismo.
PEREGRINAJE es una obra sencilla, una espiral de piedras, seguramente colocadas de forma colectiva por un grupo de personas, ubicada en un llano levemente más elevado que el santuario, y protegido por una densa arboleda. Creo que el sitio está muy bien elegido, y aunque la obra es sencilla, en mi opinión, lo único que importa en el arte es el resultado, y el resultado es poderoso. Estuve un buen rato contemplando el laberinto desde una posición elevada, afortunadamente a solas, y sin duda fue una experiencia artística. El sol se filtraba entre los árboles creando sobre el terreno un fuerte claroscuro que no ha ayudado a la fotografía.

Después de aproximadamente una hora en Sant Joan de Penyagolosa, me subí a la moto, e inicié, en sentido inverso, la ruta 24 hasta Castellón. Son 91 kilómetros con dos sectores, uno netamente serrano, y otro más agrícola.
Iniciamos el sector serrano bajando desde el área natural protegida de Sant Joan hasta Vistabella del Maestrazgo. Se continúa en dirección a Benafigos subiendo el Puerto de Vidres (1100 m), y descendiendo y volviendo a subir después hasta El Collao (1055 m), donde termina el sector serrano.
Se llega a Adzaneta, un pueblo campesino de mucha animación donde sí es fácil encontrar alojamiento, y desde allí, se llanea cruzando pueblos de carácter agrario como Vall d’Alba, la Pobla de Tornesa y Borriol, hasta llegar a Castellón, que ocupa el centro de La Plana, una llanura cubierta de naranjos, unida a su puerto, El Grao, por una larga recta de 4 km, que cruza huertos y viñedos.
En Castellón terminaba esta ruta, y mi plan de viaje continuaba con un enlace hasta Sagunto, donde comienza la ruta 25, pero esa es ya otra historia, que os contaré en otro artículo.
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