Un día cualquiera me levanté de la siesta y Max me dijo en el pasillo – Papá, ¿me llevas a Normandía a ver a un amigo?. Creo que ni le contesté. Estos niños viven en una nube. Él apenas insistió, sin embargo, a mí la idea se me quedó ahí dando vueltas, porque, ¿Cuántas veces he hecho viajes de miles de kilómetros para pasar un fin de semana con amigos en tal o cual sitio? Al final, lo único que un motorista necesita es un motivo, a veces cualquiera, para bajar a la cochera y subirse a la moto, así que… ¿Qué mejor motivo que llevar a tu hijo a ver a un amigo, por qué no…?

Y así fue como se fraguó un viaje de 11 días y 4.600 kilómetros, el primer gran viaje en moto de mi peque de 15 años, que nunca se cansó ni se quejó, salvo para pedirme una y otra vez que corriera más, menudo elemento, espero que no nos llegue ninguna receta.

Dejé a Max en la casa de su amigo Liam en Hérouvillette, junto a Caen, y yo me instalé en el hotel Premiere Classe Caen Est – Mondeville. La cadena hotelera Premiere Classe está en Francia por todas partes y son unos hoteles económicos y muy recomendables para alojamientos de una noche, cuando vas en ruta.

Tenía por delante varios días para rodar en solitario, y para el primer día, elegí la ruta de las playas del desembarco de Normandía. Busqué por internet a ver si encontraba alguna crónica con una propuesta apetecible, pero lo que encontré no me gustó, así que basándome en Google Maps, en los puntos de interés que indica, y en las reseñas de la gente, tracé mi propia ruta. Nunca antes lo hice así y tengo que decir que el resultado fue bastante bueno. Tenía lo que quería, una ruta de 150 kilómetros por los lugares míticos del desembarco, con 12 puntos de interés para visitar, terminando en Cherburgo.

Pero antes de contaros cómo fue mi jornada visitando estos lugares, traigo aquí un breve resumen de lo que supuso la Campaña de Normandía, para tener alguna dimensión del interés de estas playas.

El asalto aliado masivo en la costa de Normandía el 6 de junio de 1944, estaba dirigido a liberar Francia y avanzar hacia la Alemania nazi. Antes del amanecer del 6 de junio, tres divisiones aerotransportadas, dos estadounidense y una británica, fueron lanzadas en paracaídas en las cercanías de las playas designadas para el desembarco. Las fuerzas navales aliadas transportaron fuerzas de asalto a través del Canal de la Mancha. Comenzando a las 6:30h, seis divisiones estadounidenses, británicas y canadienses, desembarcaron en las playas de Utah, Omaha,  Gold, Juno y Sword, en el asalto anfibio más grande de la historia.

La cuarta división de infantería estadounidense se desplazó tierra adentro desde la playa  de Utah. Al este, en la playa de Omaha, las divisiones 1ª y 29ª de la infantería estadounidense, batallaron la resistencia alemana sobre una playa cubierta de obstáculos. Para llegar a la meseta localizada en frente de la playa, las tropas lucharon a lo largo de un área abierta de 180 metros, y atacaron subiendo una loma empinada. Al finalizar el día los norteamericanos tenían un ligero control sobre la playa de Omaha.

En las playas Gold, Juno, y Sword, las divisiones británica y canadiense avanzaron implacablemente. En menos de una semana los aliados unieron las varias cabeceras de playa y se impulsaron hacia delante. 

Durante los próximos tres meses los aliados batallaron contra las tropas alemanas a través de Normandía. Los británicos y canadienses liberaron Caen. Los norteamericanos liberaron Cherburgo y rompieron la línea Alemana cerca de St. Lô. Las tropas aliadas junto con las  francesas y polacas, rodearon y aniquilaron las tropas alemanas en Falaise, mientras que las unidades alemanas supervivientes huían hacia el este. Ahora el camino estaba abierto para avanzar hacia París, donde esperaba el teniente Aldo Raine y sus Malditos Bastardos, y luego hacia Alemania.

Pues bien, hoy iba a visitar alguna de esas playas y otros puntos de interés, y mi primer destino fue Colleville-Sur-Mer, muy cerca ya de la costa, para visitar el Overlord Museum y el Cementerio Americano de Normandía.

Mi otro hijo, el mayor, que es militar, estuvo hace años con el instituto en el Overlord Museum y vino fascinado, me trajo de regalo un Zippo conmemorativo del DÍA D, y una preciosa gorra de la AIRBORNE DIVISION, de la BRITISH ARMY. Así que tenía que ir allí. 

El edificio es un cubo de cemento con un perímetro ajardinado en el que puedes ver varios carros de combate, una batería de artillería y un puente portátil de esos que montan los zapadores. Todo piezas con especial relevancia en la segunda guerra mundial, y en particular en el desembarco de Normandía. Cada carro, cada batería, tiene un panel informativo con su descripción e historia. Eso sí, en francés y en inglés, el español, a pesar de ser vecinos, no se ve en Francia por ninguna parte y no lo habla casi nadie, salvo los chicos de origen africano que trabajan en la hostelería, que se defienden un poco. Curiosamente, uno de ellos me dijo que lo estudiaba porque le fascinaba latino americana. También el padre de Liam, nuestro amigo, estudiaba español.

En fin, mi modesto inglés me dio de sobra para entender los paneles y comprobar que muchos de esos carros y baterías eran alemanes, y estuvieron también en España, con la División Cóndor, combatiendo contra la República Española. Una pena que no vinieran también a España los aliados…

El carro ligero Sexton fue desarrollado para proporcionar a los británicos un arma autopropulsada que llevara el cañón de campaña de 25 libras.
El cañón de 88 mm o Flak 88 fue un arma alemana de doble propósito desplegada con funciones tanto antiaéreas como antitanques en la Segunda Guerra Mundial.

Cuando terminé con el perímetro entré en el edificio. Lo primero que encuentras es la tienda, que la verdad, tiene cosas muy muy chulas. De todo, ropa, mochilas, libros, papelería, cerámica… encontré allí mi gorra y mi zippo, que conservo y uso con orgullo. Me gustaron especialmente las cazadoras de piel, réplicas exactas de primera calidad de las chaquetas de los aviadores. Por supuesto, fiel a mi política espartana, no compré nada, pero eché un buen rato. También había libros y carteles muy interesantes. Y finalmente, decidí no entrar propiamente en el museo. No era caro, pero en un viaje así el tiempo es oro, y mi interés por el armamento, los uniformes, los audiovisuales con los detalles tácticos del desembarco… en fin, mi interés por esos detalles es limitado, y preferí, como siempre me pasa, priorizar los espacios abiertos, los lugares donde está y estuvo la gente, donde ocurrieron las cosas. Comprendo que es una idea un poco rara, pero los museos siempre me han parecido una especie de cárceles donde se aprisiona la vida. La vida viva.

A pocos kilómetros del museo estaba el Cementerio Americano de Normandía. Nunca he estado en EE.UU, pero es un país que me encanta. Una de las cosas que más me gusta de los americanos es su sentido tribal. Una amiga mía comparte casa con una estadounidense, y me cuenta que cuando se mudó a su casa informó a su embajada, y de vez en cuando la llaman para ver cómo se encuentra. Eso me parece muy gringo. Los americanos se toman muy a pecho la protección de los suyos, y el culto a su memoria.

Lo primero al llegar al Cementerio Estadounidense de Normandía son unos enormes aparcamientos asfaltados con jardines, que terminan en el acceso al Edificio para Visitantes, donde dos jóvenes empleados blancos, amables y uniformados, te dan la bienvenida con una sonrisa. Cien metros más adelante te esperan 4 empleados fuertes y serios que no sonríen, estos son negros, te cachean, te preguntan si llevas algún cuchillo (sic), y te hacen pasar por el detector de metales. Ya estás dentro, y 50 metros más adelante vuelves a encontrarte con azafatas uniformadas, blancas y sonrientes. Las dos plantas del museo las pasé, como suelo, bastante rápido, pero no pude evitar pararme al final de la planta baja, justo antes de salir al exterior. Allí hay una zona llamada Final Sacrifice. Es una sala despejada y luminosa. En las paredes puedes ver grandes fotografías en blanco y negro de soldados. Al pie de las imágenes se explican sus sacrificios, ese último esfuerzo que les costó la vida, para hacer posible el éxito de la operación. Y de fondo, rompe el silencio una tenue y tranquila letanía, en bucle infinito, con sus apellidos y nombres. Cuando sales de esta sala, estás anímicamente predispuesto para ver el cementerio con el respeto debido.

Al salir del centro de visitantes, opté por tomar un sendero que sale a la derecha, y avanza en paralelo entre el costado del cementerio y la playa, llegando enseguida a un bonito mirador, desde el que puedes contemplar la playa de Omaha, esos 180 metros al descubierto, en los que los americanos recibieron una lluvia de metralla antes de empezar a luchar en la loma, que hoy está justo en la falda del cementerio. Ese combate es el que abre la gran película de Steven Spielberg, Salvar al Soldado Ryan, por cierto basada en la historia real de los hermanos Niland, enterrados en este cementerio.

Panel informativo en el mirador
Omaha Beach y el Canal de la Mancha, desde el mirador.

Las 9.387 lápidas están ubicadas en un gran campo central dividido en diez solares, que a su vez, están agrupados en cuatro grupos, entre los que discurren los senderos para los paseantes. Yo opté por seguir en mi sendero, por la derecha y hasta el fondo. Había pocas personas y mucho silencio, en el que una campana marcaba las horas. El paseo era agradable.

Al final y a la izquierda, justo en el centro de los solares de tumbas, hay dos grandes estatuas de granito que representan a Estados Unidos y a Francia.

Desde allí, emprendí el regreso por el sendero central, caminando ahora muy cerca de las tumbas con sus cruces latinas blancas, cuando rompió a llover con bastante fuerza, y tuve que refugiarme bajo la copa de uno de los árboles que rodean los solares de las tumbas.

Desde allí, se veía cien metros más adelante, en el centro, el edificio de La Capilla, cuyo techo en mosaico representa, según el tríptico que entonces llevaba en la mano, a América bendiciendo a sus hijos, según partían por mar y aire, y a una Francia agradecida otorgando una corona de laurel sobre los norteamericanos fallecidos. El arte y el simbolismo es lo que tiene, que si quieres te puedes pegar mil páginas explicando una imagen. La verdad es que yo, por más que miro el mosaico, no veo nada de eso. En realidad, La Capilla no tiene demasiado interés, más allá, claro, de su valor religioso.

La capilla del cementerio, muy americana, con aire de Capitolio.
El mosaico cenital con toda su narrativa.

Seguimos caminando entre las tumbas, aproximándonos a una especie de templete de columnas, completamente abierto por detrás y por arriba. Este espacio se denomina El Monumento, y en su centro se alza una gran estatua que mira hacia las lápidas, y representa, volvemos al tríptico, el Espíritu de la Juventud Americana emergiendo de las olas.

La lluvia llegó a hacerse intensa y la gente se amontonó en los espacios cubiertos que hay a ambos lados del monumento. Había también un par de motoristas, Harlystas que lucían orgullosamente su marca hasta en las gafas. La lluvia arreciaba sin parar.

Tenía pensado terminar mi visita paseando por El Jardín de los Desaparecidos, que está justo a la espalda del Monumento, donde pueden verse placas grabadas en honor a los desaparecidos en acción, y se marca, con una escarapela en bronce, aquellos cuyos restos fueron recobrados, identificados, y sepultados. Quería verlo porque me recordó a Los Muros de la Memoria, erigidos en los cementerios de la Salud y San Rafael, en homenaje a las víctimas del franquismo en Córdoba, y que inauguró Alba, mi mujer, siendo entonces concejala y presidenta de la Empresa Municipal de Cementerios de Córdoba.

Sin embargo, ahora ya diluviaba, por lo que busqué corriendo los senderos arbolados para cubrirme bajo las copas, y finalmente volver, mojándome bastante, hasta el aparcamiento. Había pasado una hora y media, y ahora el parking de motos estaba atestado por un grupo de más de 50 motoristas, que se apiñaban bajo los árboles viendo como se empapaban sus motos, casi todas BMW. Yo tenía mucho tajo por delante y llevaba puesto el forro impermeable, así que me puse el casco y a la carretera, después de una visita que me gustó muchísimo. Es verdad que en mi opinión, ni el Monumento, ni La Capilla, ni Las Estatuas Simbólicas, tienen mayor interés, pero eso es lo de menos. El lugar, como espacio conmemorativo, es perfecto. La inmensa amplitud del campo central; la pulcritud de las miles de cruces latinas, y también algunas Estrellas de David, blancas, limpias y perfectamente alineadas; la proximidad del mar inmenso, y el absoluto silencio, con sólo el tañido de las campanas marcando las horas… te hacen sentir que estás en un lugar especial y que debes ser respetuoso y agradecido con las 9.387 personas allí enterradas. Personas que, seguramente, muchas lucharon contra Hitler porque no les quedó más remedio, porque estaban obligados o por la mera necesidad de sobrevivir. Pero la realidad es que hicieron posible que se avanzara hasta París y luego hacia Alemania hasta derrotar a los nazis.

Había contemplado Omaha Beach desde el mirador del cementerio, y ahora recorría en moto unos pocos kilómetros para visitarla y pisar su arena, en la que el día D, se había producido el desembarco de la infantería de EE.UU. En concreto, visité la zona identificada como Sector Charlie & Dog Green, y Sector Dog White.

Omaha Beach

Hacía viento y el día estaba nublado y en ese momento, ligeramente lluvioso. Paré la moto en una esplanada y bajé a dar un breve paseo por la arena, recuerdo un intenso olor a mar, y la presencia ortopédica de este fragmento de puente que aparece en la foto. En esta playa se construyó en la II guerra mundial un gran puerto artificial llamado Mulberry, se construyó en menos de dos semanas y se utilizó 6 meses, durante los cuales pasaron por él más de 24.000 hombres y 3500 vehículos militares. Ahora, estos restos de una de sus pasarelas, son frecuentados por los pescadores, cuando la marea está alta.

La playa es amplia y profunda, la arena tiene un tono tostado que me recordó a las playas de Isla Canela en Huelva, y en la zona sur hay unos acantilados.

A la espalda del parking hay una loma verde, y a media altura en dirección a los acantilados, puede verse en la pared una oquedad perfectamente geométrica, como si fuera la entrada de un túnel. Se trata del WN73, construido por los soldados alemanes para controlar la playa de Vierville. Incluía un cañón de 75 mm, morteros y ametralladoras, y fue tomado por los americanos el mismo Día D.

Al otro lado del aparcamiento había un chiringuito con terraza empotrado en una mole de cemento que yo juraría que era un búnker, y en sus inmediaciones, un banco para contemplar el mar, y una escultura titulada Ever Forward, en conmemoración de los soldados de la 29 División del 116 Regimiento de Infantería, que tomó tierra en esta playa de Omaha, donde comenzó la liberación de Europa.

Tras unos tranquilos kilómetros por la costera D514, llegué a los acantilados de La Pointe du Hoc, donde tenía la idea de hacer un picnic dentro de un búnker. Se trata de un acantilado en forma de flecha que penetra en el mar, con varios bunkers, emplazamientos de artillería, cráteres de bombas, un monumento conmemorativo a los Rangers americanos, y un centro de interpretación.

Según se explica en un panel, durante la guerra las fuerzas alemanas ocuparon Pointe du Hoc, y transformaron este tranquilo lugar en una fortaleza, para proteger una batería de artillería pesada. En la mañana del día D, los Rangers americanos escalaron los acantilados de 28 metros para tomar esta posición fuertemente defendida, y finalmente mantenerla tras repetidos contraataques. Su heroica acción ayudó a establecer un punto de apoyo Aliado en Francia, y comenzar la liberación de Europa.

La  visita comienza en un centro de interpretación que cuenta con cafetería, aseos limpios y fuente de agua potable. Todo muy útil para un moto mochilero como yo, salvo los carteles que prohibían hacer picnic en los exteriores, algo verdaderamente inusual en Francia. No me paré en el centro de interpretación, e inicié la visita siguiendo un sendero balizado del que no te puedes salir, pero que es suficientemente ancho y extenso como para verlo todo sin problemas. Eso sí, tal vez por ser agosto había demasiada gente, y sin duda, hubiera preferido una visita más tranquila y solitaria. Lo primero que encuentras son cráteres de bombas cubiertos de hierba, y enseguida, llegas a las primeras construcciones defensivas. Los bunkers impresionan por su solidez, como si hubiesen sido construidos para permanecer allí toda la vida hasta el final de los tiempos.

Cráter de bomba.
Búnker

Igualmente impresionan los emplazamientos de la artillería, auténticas cápsulas de hormigón.

Cuando sigues caminando te aproximas al mar, a ese profundo acantilado que escalaron los Rangers pagando un alto precio en vidas humanas, y que me hizo recordar esas películas medievales en las que los guerreros escalan las murallas de los castillos, mientras desde arriba les arrojan piedras y aceite hirviendo, o incluso fuego valyrio. Y frente al acantilado, se observa esa caprichosa punta de flecha que le da nombre a este lugar.

A lo largo del sendero, junto a los bunkers y sobre ellos, vas encontrando distintos paneles que informan sobre todo lo que sucedió en este lugar en el día D, lo recojo a continuación:

Para defender el avance de los Rangers, los alemanes confiaron en armas pequeñas, ametralladoras y cañones antiaéreos de 37 mm, así como en artillería pesada emplazada  más tierra adentro. La mayoría de las defensas miraban hacia el interior, ya que los alemanes no habían pensado que los aliados intentarían un asalto desde el acantilado. El lugar contaba con un anillo de campos minados y alambre de púas, así como una red de trincheras que unían búnkeres y posiciones de tiro.

La toma de Pointe du Hoc fue una de las máximas prioridades del Día D porque los cañones alemanes K-418 de 155 mm podrían devastar barcos y personal en las playas de Omaha y Utah. Después de que los bombardeos aliados dañaran uno de los cañones, los alemanes movieron las armas y las reemplazaron con muñecos hechos con postes de madera. Los Rangers encontraron las armas reales, apuntando a la playa de Utah, pero aún no habían sido utilizadas, en la mañana del día D.

El Día D, el cañón de 37 mm del búnker resultó ser un obstáculo mortal, matando a muchos Rangers e hiriendo a otros. Además, las ametralladoras y fusileros alemanes disparaban desde las estrechas rendijas en las gruesas paredes del búnker, contra los Rangers que avanzaban, mientras los artilleros del 32.º Batallón Antiaéreo de la Luftwaffe proporcionaban fuego de cobertura a los soldados alemanes que contraatacaban desde el laberinto de búnkeres y trincheras.

Los Rangers atacaron con granadas y bazucas, pero el búnker siguió siendo una amenaza hasta que sus defensores se rindieron el 7 de junio. Y a pesar de los intentos de los Rangers, la posición no fue tomada hasta que llegaron refuerzos el 8 de junio.

Pude como quería, visitar el interior de los bunkers, pero no pude hacer allí mi picnic, por el permanente trasiego de personas. El bunker es como un pisito de hierro y hormigón, con su pasillo, sus habitaciones y distribuidores, con rendijas estrechas para los fusileros, e impactos de bala en las paredes.

En una de las paredes del búnker, pueden contemplarse unas placas de bronce “En memoria de aquellos Rangers que tan valientemente dieron su vida en este sitio y en el área de la playa de Omaha”. A continuación, puede leerse el nombre y apellidos de 80 Rangers, en 4 placas verticales.

En el exterior, justo delante de Le Pont Du Hoc, sobre el acantilado frente al mar, se alza un monumento conmemorativo dedicado a los Rangers. Se trata de un auténtico menhir, como aquellos con los que trajinaba Obélix.

En su base, presenta a ambos lados una especie de testículos poliédricos, en los que se lee la siguiente inscripción: A LOS HEROICOS COMANDOS RANGER D2RN E2RN F2RN DEL 116.° INF QUE BAJO EL MANDO DEL CORONEL JAMES E. RUDDER DE LA PRIMERA DIVISIÓN AMERICANA ATACARON Y TOMARON POSESIÓN DE LA PUNTA DU HOC.

Yo creo que el monumento es muy merecido, pero parece que no estuvieron muy inspirados, los hay de mucho más interés tanto en Omaha como en Utah Beach. Desde allí, encaramado sobre el Canal de la Mancha, lo más valioso son las vistas de los acantilados, hacia el norte y hacia el sur.

Cuando terminé mi paseo estaba verdaderamente hambriento, y no fui capaz de encontrar un simple banco donde sentarme a comer, y el suelo estaba húmedo, así que me senté de lado en el amplio y mullido asiento de mi moto, y con los pies en las estriberas, me comí un buen bocata de salchichón y un poco de vino tinto, que puso en orden todas las cosas del mundo.

Llegamos a Utah Beach tras un tranquilo paseo de unos 40 kilómetros, bordeando la bahía que el Canal de la Mancha dibuja en esta zona del litoral.

La Playa de Utah, en inglés Utah Beach, es el nombre en clave que recibió este tramo de costa durante el desembarco. Se trata de la más occidental de las 5 playas normandas, situada entre las poblaciones de Pouppeville y La Madeleine, al oeste de la Playa de Omaha.

Utah fue la playa que tuvo menos bajas el Día D. A diferencia de lo que ocurrió en la Playa de Omaha, en Utah el bombardeo aliado preliminar había sido altamente efectivo. Aun así, las defensas alemanas lograron infligir numerosas bajas a los americanos al destruir o hundir varias unidades de transporte anfibio, con la pérdida de 750 hombres.

Dejé la moto en una amplia explanada de tierra llena de coches y caminé hacia una loma verde coronada por una escultura conmemorativa con banderas americanas y francesas. Detrás de aquella loma estaba la playa.

Antes, en la explanada, frente a un museo, podía verse un carro de combate, y en medio de la explanada, entre la hierba, una pieza de artillería sin restaurar ni conservar, con óxido, sin perímetro… como si estuviera allí abandonada desde el Día D.

Justo a los pies de la loma, había una de las barcazas utilizadas en el desembarco anfibio, una de esas en las que murieron unos 750 hombres, conocidas como lanchas Higgins, o LCVP (Landing Craft Vehicle Personnel). De ella salían unos marines de bronce.

A la popa de la barcaza, se encuentra la escultura El marinero solitario en Normandía. A sus pies, una plancha de bronce con la siguiente leyenda: 

El Día D, el 6 de junio de 1944, la Marina de los EE. UU. y los marineros aliados, operando desde barcos en el mar, desempeñaron un papel crucial en el éxito de la Batalla de Normandía, permitiendo a las fuerzas aliadas entrar y moverse a través de Europa para liberar al mundo del Eje de la tiranía.

Durante las primeras horas del Día D, 175 Unidades de Combate Naval de Demolición «Hombres Rana» penetraron en las playas de Utah y Omaha para despejar obstáculos antes del desembarco anfibio. De los 175 marineros, 91 murieron o resultaron heridos, una tasa de bajas del 52%, una de las más altas sufridas por cualquier unidad de las fuerzas armadas estadounidenses durante el Día D.

Esta estatua del marinero solitario sirve como tributo a aquellos «hombres rana», los antepasados de los NAVY SEAL de EE. UU. de hoy, y a todos los marineros aliados que hicieron inmortal la Batalla de Normandía. Sus valientes acciones forjaron relaciones internacionales con el ciudadano de Francia y Sainte Marie du Mont, una de las primeras ciudades liberadas en Europa, durante la Segunda Guerra Mundial.

Hoy la playa, profunda y despejada bajo un cielo cargado de nubes, estaba tranquila y silenciosa, con algunas personas sentadas o paseando por la arena.

Justo antes de entrar en la playa, se encuentra una fortificación alemana que fue capturada al enemigo el 6 de junio de 1944 y utilizada por la 1ª Brigada Especial de Ingenieros como cuartel general desde donde dirigir las operaciones durante el desembarco de las fuerzas estadounidenses en esta playa. En las paredes del emplazamiento están inscritos los nombres de los soldados que dieron sus vidas en este lugar, en el que hoy en día, puede contemplarse una pieza de artillería alemana y un monolito conmemorativo, erigido, según se lee: En memoria orgullosa de nuestros muertos de la 1ª Brigada Especial de Ingenieros, el Día-D en la Hora-H. A nuestros libertadores, la Comuna de Sainte Marie du Mont, agradecida.

Además del desembarco anfibio, también tuvo lugar el lanzamiento de un gran número de paracaidistas sobre la retaguardia alemana, durante la madrugada del 6 de junio. Dos horas después de su lanzamiento, la 82ª División Aerotransportada ya había logrado capturar varios cruces de caminos importantes en Sainte-Mèrie-Église, donde tuvo lugar una de las batallas más duras de la campaña de Normandía, en defensa del puente de La Fière. Y allí me dirigí.

A unos 20 kilómetros hacia el interior, en Sainte-Mèrie-Èglise, junto al puente de La Fière, se encuentra el Monumento al Paracaidista – Monumento a Iron Mike, y me acerqué a visitarlo.  Unos kilómetros antes, el TomTom me metió hacia la derecha por una carretera estrecha y embarrada, que acabó convirtiéndose en camino junto al río, flanqueado por cultivos de heno.

Al final del camino, el puente de La Fière sobre el río Merderet.

Unos metros antes de llegar al puente, está el monumento conmemorativo a los paracaidistas. En la zona de aparcamiento junto al memorial, encontré a dos señores con dos señoras, todos en torno a los 60 años. Ellos vestían uniforme militar, y ellas permanecían junto al coche, con el maletero abierto, vendiendo DVDs y merchandising conmemorativo. Los dejé allí y subí por un sendero los escasos 50 metros que hay hasta el monumento.

Según explica un panel informativo, el puente de La Fiére era una zona estratégica controlada por los alemanes. Este puente, junto con el de Chef du Pont, eran los dos principales puntos de acceso que podrían aislar «Le Cotentin» y permitir así la toma de Cherburgo, el único puerto de aguas profundas. Durante la noche del 5 al 6 de junio, los americanos enviaron tropas con la orden de tomar el control de este puente y defenderlo a cualquier precio. La misión se cumplió a pesar de las muchas pérdidas causadas por los ataques alemanes.

A unos metros del monumento, en un pequeño hito de piedra, se lee: Este sitio conmemorativo fue creado por A.V.A. Asociación para honrar la memoria de los paracaidistas estadounidenses que lucharon en 1944 para liberar Normandía.

Y más arriba, en una gran placa de mármol y en mayúsculas con letras doradas:

LA ASOCIACIÓN DE AMIGOS DE VETERANOS AMERICANOS, LA CIUDAD DE SAINTE MERE EGLISE Y LA LEGIÓN AMERICANA, SE UNIERON EN UN COMPROMISO FIRMADO EL 5 DE JUNIO DE 2016, PARA GARANTIZAR QUE ESTE SITIO CONMEMORATIVO NO SIRVA A OTRO PROPÓSITO QUE EL DE RECORDAR ETERNAMENTE EL PRECIO PAGADO AQUÍ EN SANGRE POR LA LIBERTAD Y LA PAZ. EN PERPETUO HONOR A AQUELLOS QUE CREYERON QUE NO HABÍA MEJOR LUGAR PARA MORIR (Teniente «RED» DOLAN) QUE EL PUENTE LA FIERE, NI MEJOR RAZÓN QUE LA LIBERACIÓN DE NORMANDÍA. 

Existen más placas en el lugar, en recuerdo y homenaje a los servicios médicos militares, y a las distintas Divisiones y Regimientos que participaron en esta batalla, en la que murieron 254 soldados, y 525 fueron heridos. Hay más información en la base de la escultura en que consiste el monumento, pero no voy a traducirlo todo. La escultura es interesante. Un paracaidista, con su equipo y su fusil, apoyando un pie en una roca, está parado oteando el horizonte.

Los señores vestidos de uniforme, quizás de la Asociación de Amigos de Veteranos Americanos, justo subían al monumento cuando yo bajaba, y al cruzarnos me dedicaron una amplia sonrisa, tal vez de gratitud por pararme a visitar su monumento.

De vuelta a la moto, andé 15 kms en dirección noreste hasta el siguiente destino, la Batterie d’Azeville. Carreteras estrechas, pocos coches, paisaje agrícola y ganadero, pocas curvas, pero agradable de conducir.

En 20 minutos estaba en destino. A mitad de camino paré  para hacer una foto a una iglesia. Hay muchas así en esta zona de Francia, iglesias humildes con su cementerio al lado, rodeadas de un murete bajo de piedra. Si hubiese estado abierta habría entrado a visitarla.

La batería de Azeville, fue construida por la Organización Todt entre 1941 y 1944, y fue un elemento importante del Frente Atlántico. 

Está situada a 7 kilómetros al norte de Sainte Mere Eglise y a 5 kilómetros de la playa,  y  es una de las principales fortificaciones de la Muralla Atlántica. Fue construida tierra adentro, para proteger brechas de la costa oriental de la península de Cotentin.

Dotada de un impresionante complejo subterráneo de hormigón, 4 casamatas con cañones de 4,13 pulgadas y una guarnición alemana con 170 hombres, fue uno de los objetivos prioritarios de los aliados el 6 de junio de 1944.

Esta batería participó en los combates desde el inicio del Desembarco, bombardeando  todas las zonas de Utah Beach durante más de tres días y medio.

Su acción frenó significativamente a las fuerzas aliadas que acabaron teniendo que rodear la batería. La posición finalmente cayó el 9 de junio después de intensos combates y varios contraataques.

Se ofrece una visita guiada que recorre parte de los 650 m de galerías subterráneas que unen fortines, zonas habitacionales fortificadas, la fábrica, el hospital, etc., mostrando la historia de la construcción de esta batería, cómo las casamatas se camuflaron como cabañas en ruinas,  la increíble red de salas subterráneas y 300 metros de túneles. Además, una exposición permanente evoca la construcción de la fortificación alemana en Azeville, la vida de la guarnición, y su relación con los habitantes del pueblo.

Ya eran casi las 17h y a esa hora cerraba el complejo, por lo que no pude ni plantearme hacer una visita guiada. Sin embargo, sí que di un tranquilo paseo por toda la parte de la batería que está en superficie.

Pude acceder al interior de las casamatas.

A las estancias fortificadas y los emplazamientos de la artillería.

Y pude subir al techo de la fortificación, desde donde se contemplaba un apacible paisaje, con vacas pastando.

A sólo tres kilómetros en dirección a la costa, estaba  la Batterie de Crisbecq, última visita programada del día. Se trata de una descomunal batería subterránea que contaba con una dotación de 400 soldados, con 22 bloques, actualmente rehabilitados, de las baterías de artillería más capaces de las playas del desembarco el día D, con cañones antiaéreos, los famosos cañones de Saint-Marcouf, búnkeres de municiones, además de cocinas y dormitorios.

Lamentablemente, cuando llegué faltaba menos de una hora para el cierre, y ya no permitían el acceso a nuevos visitantes, por lo que tuve que conformarme con hacer alguna foto desde el perímetro del recinto.

Pero tengo que confesar que no me importó, llevaba diez horas seguidas ruteando con la moto, visitando los lugares más emblemáticos de las playas del desembarco, varias horas bajo la lluvia, y estaba a gusto pero cansado, deseando llegar al alojamiento.

Apenas 40 kilómetros por la N13 y en media hora estaba en mi hotel, el Premiere Classe de Cherburgo-Tourlaville. Eran cerca de las 19h y antes de hacer checking, me acerqué a un Lidl donde compré pan, algo de fruta y un salchichón trufado con nueces, una chacina que gastan los franceses y que está riquísima. Ya en el hotel, ducha caliente, ropa limpia, buena cena, y a descansar, después de un día largo, duro e intenso, por una geografía humana sobrecogedora y dramática, que contrasta con el apacible paisaje normando, en el que las vacas pastan, y los granjeros surcan veloces sus aldeas, montados en bicicletas con batería.

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2 respuestas a “Las playas del desembarco de Normandía”

  1. Avatar de Antonio Santiago
    Antonio Santiago

    Muy buena cronica, Germán. Gracias por compartirla aunque ahora mismo la envidia me corroe…

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    1. Muchas gracias Santi, pues a ver si ahorramos y volvemos por allí, y cruzamos al Ace Café.

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