La primera vez que estuve en esta reunión fue el último año que se celebró en La Guardia, fui sólo de visita a tomar un café con un amigo, me gustó y la apunté en la agenda. Tanto el año pasado como este 2025, ya he acampado y disfrutado de la reunión completa, en su nueva ubicación en Carchelejo.

La reunión rememora la Concentración La Ardilla, que se celebraba en Jaén hace más de treinta años, y le rinde homenaje recuperando su nombre.

Fotografía de la organización.

La Ardilla Vuelve en la Sierra Sur de Jaén, y Más Gas en la Sierra Morena cordobesa, son las únicas reuniones invernales de motoristas que se celebran en Andalucía. Al menos, las únicas en su formato tradicional de hoguera y acampada. Y es que en Andalucía, por su clima meridional y su costa mediterránea, nunca ha habido mucha tradición de reuniones invernales.

Pero la Ardilla Vuelve no es especial sólo por eso, también lo es por su ambiente ecléctico, lo que se debe sin duda al carácter innovador y fiestero del Wiwi, promotor de la reunión, con la ayuda de su mujer y su inseparable Conan.

Y es que la Ardilla es la fusión perfecta entre una invernal tradicional, y una fiesta de pueblo. Así, hay una zona social con una gran carpa y una gran barra con escenario, se sirven comidas y bebidas, se programan conciertos de rock de grupos locales, y por la noche, se baila reggaeton y lo que haga falta, sin que falten las mozas del pueblo, y los matrimonios y grupos que bajan a disfrutar de la verbena. El resultado es una reunión única  y diferente, que a mi personalmente, me gusta. Y me gusta porque tiene un valioso secreto, una magnífica zona de acampada que está a unos doscientos metros, distancia suficiente para que cuando te apetezca, te retires a la campa y te encuentres, ahora sí, con el ambiente tradicional de las invernales, con los amigos de siempre charlando tranquilamente en las hogueras, con las tiendas entre olivos, y rodeados por las cumbres de la Sierra Sur de Jaén. De fondo, eso sí, el chunda chunda de la feria que no gusta a los más puristas. Pero amigos, el flamenco no es de los puristas, es del pueblo.

Fotografía de Cristina Fontenla
Fotografía de Cristina Fontenla

Además del chunda chunda, al Wiwi le gusta organizar actividades y juegos, para que si quieres, estés de jaleo todo el día. Este año lo más loco han sido  las carreras de correpasillos: tíos como carros tirándose cuesta abajo con motos correpasillos, por un sinuoso trazado balizado con alpacas de paja, al más puro estilo de las clásicas de La Bañeza. Yo estuve un rato viendo las carreras y era divertido, incluso hubo algún que otro accidente múltiple…

Fotografía de la organización
Fotografía de Cristina Fontenla

Este año La Ardilla no le cuadró a ningún kalifa, así que viajé sólo, algo que en las invernales es bastante común, porque no es fácil encontrar motoristas que quieran viajar en invierno, y menos de acampada, ni siquiera en Andalucía, donde ya sabemos que el invierno es una guasa. Pero esto no es problema, sabía que allí encontraría amigos.

Por la mañana daban lluvia en Carchelejo y escampaba a las 15h, así que salí tarde para acampar cómodo y sin lluvia. Como está cerca y tenía tiempo, elegí una ruta larga por carreteras secundarias. No fue una buena elección. En enero, en plena campaña de la aceituna, las carreteras de Córdoba y Jaén tienen mucho barro, y es muy difícil manejar el barro con una moto de 300 kilos y neumáticos de carretera. Así que, cruzando la A4 por debajo a través de un pequeño túnel, me encontré de repente un montón de fango, y supongo que instintivamente frené, porque la moto se me cruzó y se fue al suelo despidiéndome contra la pared del túnel. Pegué un buen cabezazo y un porrazo importante, aunque a baja velocidad, por lo que no nos pasó nada ni a la moto ni a mí, más allá de un fuerte dolor en el hombro, que se fue pasando con los minutos. Cualquier motorista sabe que este tipo de caídas, de vez en cuando suceden, pero si vas bien equipado como es mi caso, lo normal es que no pase nada grave.

El problema es que estaba en una pequeña y rota carretera, de esas que sólo usan los vehículos agrícolas, y encima en fin de semana y con lluvia, por lo que podían pasar horas sin que llegara nadie, y yo tenía claro que sólo y dolorido, no podría levantar la moto sin ayuda. Decidí quedarme en el suelo unos minutos, a ver si me tranquilizaba y se mitigaba el dolor del hombro. Después moví brazos y piernas y comprobé que no había nada roto, así que me levanté, y decidí esperar un rato antes de llamar a algún kalifa para que viniera a ayudarme. A los diez minutos pasó un coche, era un chico que iba a trabajar al campo. Entre los dos levantamos la moto y aunque mi primera reacción fue volverme a casa, lo pensé mejor y decidí seguir, ya que al fin y al cabo había sido sólo un susto y me encontraba bien, Eso sí, decidí que ya había tenido suficiente barro y busqué la autovía, por la que seguí, a ritmo muy tranquilo, hasta Carchelejo. En los últimos kilómetros que son de subida por carretera de montaña fui extremadamente despacio, me notaba torpe, y es que andando en moto, no hay nada peor que perder la confianza.

Nada más llegar al campamento me puse a montar la tienda y en seguida llegó mi amigo Benjamín para ayudarme. Entre los dos montamos en un momento, me puse cómodo, y bajé a la carpa social para saciar la sed con un bono de cinco cervezas. Saludé al Parte Bielas y me fui para el circuito, para disfrutar de la excitante carrera de correpasillos, allí me encontré a los Mas Gas y eché muy buen rato con el Greñas, que me estuvo contando su reciente viaje a Vietnam, surcando senderos y laderas con motos de campo. Los pilotos correpasillos daban lo mejor de sí, lanzándose cuesta abajo con tanto valor y tan poco juicio, que incluso hubo alguna lesión menor. El más espectacular era el Chino Jou, entero ataviado de cuero negro y casco vintage, a los mandos de su correpasillos.

Luego en la carpa seguimos bebiendo y charlando, con estos y otros amigos que fui encontrando. Xuancar, Sara y África, me invitaron a que pasara a verlos en el campamento, para hacer una hoguera cordobesa. Pero antes seguimos exprimiendo la tarde, también pude echar un buen rato con Luis y Julián, y seguimos apurando hasta que se fue apagando la luz.

Fotografía de Cristina Fontenla

Ya en la campa, cogí algo de comida de mi tienda y me fui de visita a la hoguera de Benjamín. Lo encontré dormitando junto al fuego, al igual que el resto de su grupo, que apenas hablaban, tranquilos y relajados alrededor del fuego, en el extremo de la campa más alejado de la fiesta. La hoguera de Benjamín era como un balneario, y estuve un buen rato con ellos. Después me pasé a la hoguera de Mas Gas, y allí estuve el resto de la noche con Xuancar, Sara y África. Durante la velada, se nos acercaron motoristas de varias hogueras, la mayoría desconocidos, sólo para saludar, y alguno para hacerse fotos con Xuancar (Xuancar World Trip). Fue una hoguera larga y agradable, hablando de lo divino y lo humano. Estuve agusto, aunque conforme me enfriaba, iba notándome más dolorido por la caída. De hecho, ahora me dolía todo: el hombro, la espalda, el costado, la rodilla… 

Al final de la noche me tumbé en mi tienda y era imposible dormir. El suelo duro no ayudaba, y el chunda chunda de la feria lejana tampoco. Creo que me acosté a las tres y me dormí a las cinco, cuando se acabó el reggaetón.

Como viajaba sólo y sin ninguna prisa dormí hasta hartarme y me levanté sobre las once, cuando ya quedaban pocas tiendas en la campa. Desmonté tranquilo, empaqueté, me despedí de Benjamín que seguía por allí, y emprendí el regreso.

Al bajar la montaña buscando la autovía, encontré un accidente de moto, me pareció que era una chica, no me paré porque ya había muchas personas asistiéndola, miré por el retrovisor y ví que justo en ese momento llegaba Wiwi. Continué y paré a desayunar abajo junto a la gasolinera, en el Asador-Restaurante El Oasis 2, donde me sirvieron la mejor tostada que he probado en mucho tiempo, con un aceite de oliva virgen extra de aceituna picual de la zona, verde intenso y picante y fuerte como a mí me gusta. Lo vendían a 16,50€ la botella, me pareció caro y no lo compré. Todavía me estoy arrepintiendo.

El regreso fue tranquilo, todo por autovía, con lluvia en la segunda parte del trayecto, que llegó a ser muy fuerte al entrar a Córdoba. Un fin de semana corto pero muy intenso. El año que viene volveré seguro, y ahora sí, compraré ese aceite picual de la Sierra Sur de Jaén, que no tiene nada que envidiar a la poción de Panoramix, ¡Por Tutatis!

Águila, que te mejores.

El Wiwi en el Pit Lane. Fotografía de Cristina Fontenla.
El Águila, el Druida, y la Fotógrafa. Fotografía de Cristina Fontenla.

Si quieres recibir un aviso cuando publique nuevos contenidos, puedes suscribirte a La Gira Interminable introduciendo a continuación tu dirección de correo electrónico:

Volver

Se ha enviado tu mensaje

Advertencia

Deja un comentario

Tendencias