El sábado amaneció cálido y salí de Córdoba bien entrada la mañana, con guantes de verano y una sencilla braga de algodón. Tresjuncos está a 350 kilómetros y pensaba hacerlos del tirón repostando al llegar. Rodé tranquilo por la A4, pero al cruzar Despeñaperros, frontera natural de Andalucía, la temperatura bajó y en Valdepeñas tuve que parar para ponerme guantes de invierno y una braga polar. Aproveché para repostar y tomar café, y continué por el itinerario que me había sugerido Julián: A4 hasta Manzanares, y autovía de Valencia hasta Tomelloso, donde tomas dirección noreste hasta Tresjuncos, pasando por Socuéllamos, Las Mesas, Belmonte, y Osa de la Vega.

La reunión moto turística invernal de Tresjuncos se celebra en el Cerro Molino, en la parte más alta del pueblo, y según su organizador Julián García, “La Ardilla Rutera”, pretende rememorar las invernales de siempre. Como se lee en el cartel, es una reunión libre y gratuita, en la que vas a encontrar hoguera, acampada, y conversación de motos y viajes. Ni más, ni menos.
Aparqué la moto y me fui derecho para la hoguera, aún apagada, donde enseguida encontré a Julián y a otros amigos. Desde el cerro se divisa un entorno suave de horizontes lejanos, apenas quebrados por un farallón de turbinas eólicas.

Ya había montadas un puñado de tiendas y más tarde se montarían más, aunque no tantas porque en la parte baja del pueblo, a cinco minutos andando, habían habilitado el pabellón polideportivo para que pudiésemos dormir a resguardo. Yo mismo viajé sin tienda, sólo con el aislante y el saco, suficiente para dormir bajo techo.

Enseguida me encontré con bastantes amigos.



Tenía bastante hambre, así que saqué las viandas y me arrimé a la candela pequeña, de la que ya iban saliendo humeantes chorizos.


Seguí saludando y conversando con viejos y nuevos amigos.

Todavía no los conocía, pero también estaban por allí los “Dark Ríders”, una pareja de motoristas de Beniparrell, Valencia, que viajan en dos bonitas custom. Por la mañana compartiría un café con ellos.


No paraban de llegar motos, y las mesas y sillas que nos había puesto el Ayuntamiento, se llenaron de motoristas hambrientos.


La luz empezó a cambiar y bajó la temperatura, había algo de viento pero se estaba bien. Antes de encender la hoguera, tuvimos unos momentos de palabras y reconocimientos.
Este año, Julián quería rendir homenaje a Mariano Parellada y su mujer, Maite, personas muy respetadas y reconocidas como fundadores de Pingüinos y del moto club y la reunión de “La Leyenda Continúa”. Son amigos de Julián y nos acompañaron durante todo el fin de semana.

Julián se refirió a Mariano Parellada como el padre del mototurismo en España: los que tenemos una edad como yo, que tengo sesenta y muchos, sabemos que no ha sido sólo el creador de las invernales, ha sido el creador de una ilusión y de una vida, porque hemos pasado nuestra juventud deseando que llegara el fin de semana siguiente a Reyes para ir a Pingüinos. Hemos pasado una vida, hemos vivido aventuras, hemos hecho muchos amigos y todo eso se lo debemos a la Leyenda Continúa y a su cabeza que son Mariano y por supuesto Maite porque donde hay un hombre hay siempre una gran mujer.

Pidió para Mariano y Maite, y para La Leyenda Continúa, un aplauso, que todos ofrecimos con mucho gusto, y la alcaldesa, muy guapa y simpática, entregó a Mariano un detalle del Ayuntamiento de Tresjuncos y de la reunión, una pequeña placa que Mariano recibió agradecido y nos leyó: El pueblo de Tresjuncos y su Ayuntamiento al moto club La Leyenda Continúa por sus cuarenta y dos años siendo el referente nacional del mototurismo.

A continuacíon, Julián explicó que tres compañeros, iban a entregar tres premios a tres motoristas de leyenda.
En primer lugar, tomó la palabra Pedro Martos “Wiwi”, organizador de La Ardilla Vuelve, que con la soltura de un senador romano, agradeció a Julián, a Tresjuncos y a la alcaldesa, que estuviésemos allí otro año más. También expresó su agradecimiento a Mariano y Maite por su contribución a las reuniones invernales, y una vez más a Julián agradeciéndole que nos hubiese reunido a todos. Entonces, llamó a Ángel Ramos “Nano”, para hacerle entrega de un reconocimiento. Pedro y Ángel son amigos, y un mes antes, él también le había entregado un premio en La Ardilla Vuelve, porque, como dijo, está haciendo un gran trabajo y una gran labor por el motociclismo en Andalucía y fuera de ella.
Como comenté en el artículo de Mas Gas 2025, Ángel es uno de los promotores de La Gran Ruta Andalusí, y uno de los pioneros de la Iron Motorbike Andalucía.
En segundo lugar, Servando, amigo y compañero de viajes de Julián, entregó un reconocimiento a los Dark Riders de Valencia, es decir, a Jose y Carmen, afectados como tantos valencianos por la DANA, para que pongáis este premio en casa y sepáis que hay momentos buenos. Carmen lo recogió y nos dirigió unas breves palabras sinceras y emocionadas.
Y por último, dijo Julián: Andrés Parte biela, que hace unos días ha llegado de Vietnam, que ha estado viajando por ahí con el sombrero ese de los chinos, un viajero inteligente por el mundo, y un rutero también de campeonato y responsable del 6% España, va a entregar otro premio.
Y Andrés entregó el reconocimiento a Joao Penedo, al que presentó como responsable del 6% Portugal, y delegado responsable para Portugal de Arguís, un buen amigo, muy buen rutero y muy buena persona, quien lleva un año complicado con el tema de las motos.

Cuando terminó la entrega de premios se encendió la hoguera y enseguida cayó la noche. La gran hoguera de Tresjuncos es, seguramente, la más grande que he visto en mi vida.




Fue una sorpresa encontrarme con Madel, un amigo de Ávila al que había conocido en Arouquesas unas semanas antes. Estuvimos charlando, y me invitó a pasar la noche en una casa del pueblo, donde estaba con unos amigos y tenían una cama de sobra. Después de un rato ellos se bajaron a los bares del pueblo y yo me quedé en la hoguera.

Estuve asando unos chorizos criollos, y pasé un rato con Benjamín, que también estaba por allí. Después de moverme un rato alrededor de la hoguera, charlando con unos y otros, busqué una zona cómoda y espaciosa para sentarme un buen rato junto a la hoguera. Fui a sentarme con Abel y con otro motorista de Jaén. Estuvimos bastante rato charlando de nuestra tierra, de nuestras motos, de reuniones, de material de acampada… Julián pasó por allí, estaba pendiente de atender a todo el mundo y estuvo un rato con nosotros. Esto es una cosa que me encanta de Julián, le dedica tiempo y afecto a todos los motoristas, da igual que seas un tipo legendario como Mariano Parellada, o un joven desconocido que asiste a su primera reunión. A él le gusta decir que aquí nadie es más que nadie. En fin, por esas cosas y por lo mucho que sabe, es por lo que todos lo consideramos un maestro.

Con el paso de las horas la hoguera se fue despejando. El pueblo está muy cerca, por lo que puedes quedarte todo el tiempo en el cerro, o terminar la noche en los bares del pueblo. Alguien sacó una guitarra y estuvieron tocando nostálgicas canciones ochenteras. Me arrimé un rato y después, bastante cargado de vino, me despedí de Julián, cogí el saco de dormir, y me bajé al pueblo dando un paseo. La idea era parar en algún bar a ver qué me encontraba, y acabar durmiendo en la casa de Madel o en el polideportivo.
Madel me devolvió una llamada perdida y nos encontramos en el bar Cuqui, donde estaba con sus amigos. Un bar grande con billar y buen ambiente, y una barra exterior en un patio, en el que puedes fumar al resguardo de unos toldos. El dueño me pareció un tipo particular. Echamos un buen rato, y después nos fuimos a otro bar. Al salir del Cuqui nos encontramos con Roberto que justo entraba, y nos hicimos una fotografía.

Cien metros más arriba nos metimos en el pub del pueblo, donde estaba la gente del 6% y de La Ardilla Vuelve. Estuvimos allí apurando la noche, bebiendo y charlando, fumando en la puerta… Yo estuve mucho rato con Jaime, “Conan”. Estuvimos hablando de La Ardilla Vuelve, de viajes, de planes… de la Iron Motorbike Andalucía, de la gente del Moto club Descubridores de Huelva, y estuvimos viendo su maquinón, una preciosa S 1000 XR que tenía allí aparcada.
Sobre las tres, nos fuimos a dormir a la casa. Un paseo tranquilo por las calles vacías de un pueblo dormido. Un último cigarro y una buena charla de camiones y rutas, de pié en la calle, antes de entrar en la casa. Ellos eran todos camioneros, además de motoristas.

Entre el cansancio del viaje y la fiesta, y lo cómoda que era la cama, dormí largo y profundo, y me desperté muy descansado. No había nadie en la casa, y Madel no cogía el teléfono, así que recogí mis cosas y me fuí para la acampada dando un paseo.
Ya arriba, me despedí de Joao que estaba a punto de partir con su Machibombo, y de algunos amigos más que fui encontrando. Busqué a Julián pero no estaba. Alguien había tenido un problema de salud y Julián le acompañó al hospital. Hacía una mañana espléndida y luminosa, y tomé alguna foto.

Entonces me dispuse a partir, pero la moto no arrancó. Esto me pasa a veces, hace poco le cambié la batería y el alternador, pero creo que será el motor de arranque.
Hice varios intentos sin éxito, y empecé a asumir que llegaría a casa en grúa. Decidí sentarme junto a la moto, sacar el camping gas y hacerme un café. Las motos se iban marchando. Me quedé sin gas y sin café. El día se estaba poniendo raro, y entonces escuché que alguien me llamaba a mis espaldas: ¿quiere usted tomar un café?, también tenemos leche y bollos. Era un grupo de 7 u 8 personas. Acepté su invitación, su café, sus bollos y su compañía. Gente estupenda, incluso les acepté un segundo café y un segundo bollo. La mayoría eran de la tierra, no de Tresjuncos, pero sí de la provincia de Cuenca. Aunque otros eran de Valencia, uno de ellos llevaba un tricker. Poco después se nos unieron José y Carmen, los Dark Ríder, y tuve la oportunidad de conocerlos brevemente y compartir ese café también con ellos. Me parecieron una gente estupenda, como todo ese grupo. Realmente, espero volver a verlos el año que viene.
Después de un rato y un buen desayuno, me dispuse a llamar a la grúa, pero antes hice un último intento. Se vinieron conmigo varios motoristas que se ofrecieron a empujarme cuesta abajo. No hizo falta, el café y los bollos, o quizás el sol del Cerro Molino, habían cambiado el sino de la mañana y esta vez, la moto arrancó, y pude disfrutar de un feliz viaje de regreso. Saliendo del pueblo, encontré a Madel y sus amigos, y pude despedirme y agradecerles la pernocta.


Gracias por sus fotografías a Julián, Joao, Madel, Benjamín, y los Dark Riders.
Si quieres recibir un aviso cuando publique nuevos contenidos, puedes suscribirte a La Gira Interminable introduciendo a continuación tu dirección de correo electrónico:

Deja un comentario