El día anterior había hecho la ruta 25 con final en Cuenca y allí amanecí. Le hice un pequeño mantenimiento a la moto en el garaje del hotel, reposté en una Repsol, y busqué un bar para desayunar. Realmente tuve mala suerte, me metí al azar en el primer bar que encontré, y resultó ser uno de esos pretenciosos gastrobares en los que los platos de la carta están cargados de adjetivos y complementos circunstanciales, y nunca ponen los precios. No me gustó el sitio, pero decidí quedarme porque era algo tarde y total, para un café sólo y media tostada de tomate cualquier sitio vale. Me hicieron esperar mis buenos diez minutos y me sirvieron un buen café, una rebanada de pan de esas que se sacan del congelador, tipo  pan payés, presentada en una gran bandeja de pizarra, con un cuenquito de tomate, y una mini dosis de aceite envasado. Cuando fui a pagar, el señor de la barra me pidió 3,80€. Me hubiera gustado preguntarle dónde estaban los músicos… pero simplemente le dije que me parecía una barbaridad, a lo que me respondió, “caballero son los precios que tenemos”… El sitio se llama “La Esencia, Gastrobar”, y no pienso volver por allí en toda mi vida.

De Cuenca a Gandía, 250 km de autovía por la A3, sin nada especial que destacar, y ya en Gandía, comencé la Ruta 26, que nos lleva hasta Alicante por el interior, cruzando la sierra de Aitana.

El primer sector va desde Gandía hasta Parcent, y la primera parte, hasta Oliva, es un verdadero infierno, al menos en Semana Santa, con miles de coches y kilómetros y kilómetros de retención. Tenía mucho tajo por delante, así que me puse en modo hooligan, y entre el arcén y el otro lado de la continua, me ventilé este tramo lo más rápido que pude, si hubiese ido en coche estaría allí todavía. De hecho, si repito esta ruta, la iniciaré directamente en Pego, ya fuera de la costera N-332. En este primer sector, lo más destacable son los extensos bosques de naranjos y mandarinos.

Naranjos en Gandía.

El segundo sector comienza al dejar atrás la población de Parcent y nos lleva hasta Callosa de Ensarriá, siempre por la CV- 715. Lo más destacable de este tramo son el Coll de Rates (780 m) y la población de Tárbena.

El Coll de Rates es un puerto modesto, pero ofrece una estimulante subida, y una magnífica panorámica del valle, desde la Sierra del Carrascal al oeste, hasta la población de Xàbia al este, con el mar al fondo, en el que puede verse, a lo lejos,  la isla de Ibiza.

Carretera de ascenso al Coll de Rates.
Panorámica del valle desde el Coll de Rates.
Panorámica del valle desde el Coll de Rates II

El mirador del Coll de Rates es un sitio chulo en el que merece la pena parar.

El descenso va bordeando un profundo valle hasta llegar a Tárbena, desde donde caen en picado impresionantes terraceríos con almendros.

Tárbena

Se sigue por la misma carretera hasta Callosa de Ensarriá, donde comienza el último sector de la ruta, abandonando la CV-715 para tomar la CV-755 dirección a Guadalest.

Guadalest es sin duda, el punto más pintoresco de esta ruta. Está emplazado en lo alto de un risco, con un castillo en la cima, y un amplio embalse de aguas verdes a sus pies. El acceso al pueblo es complicado. El GPS me metió por una pista que luego fue camino y luego sendero vertical para cabras montesas…

Tentativa frustrada de acceso a Guadalest. El pueblo sobre el peñasco.

Di la vuelta como pude con mi moto de 250 kilos y bajé de nuevo a la carretera para seguir avanzando hasta llegar a la presa del embalse, un lugar realmente tranquilo y agradable. Es un amplio embalse de aguas color esmeralda rodeado de abruptas montañas, con el pueblo y su castillo, sobre uno de los riscos. Había poca gente y me di un buen descanso paseando por el puente, contemplando el paisaje, y tomando algunas fotos.

Guadalest y su castillo en la cima. Visto desde el embalse.
Montañas al otro lado del embalse de Guadalest.

Al otro lado del puente la calzada continuaba en lo que Google Maps decía que era un camino, del que el GPS no tenía noticias. Cada vez me gusta más Google Maps y menos el Tomtom Rider, es absurdo que te gastes una pasta en un GPS específico para moto, y resulte que Google te da mejor servicio. A ver si inventan pronto un móvil impermeable y  que no se caliente con el uso intensivo, y a tomar por saco el Tomtom. Aunque claro, seguirá el problema de la cobertura… en eso el satélite del GPS gana por goleada.

Me metí en el camino y fue un gran acierto. Se trata de una pista de asfalto roto y tierra que se puede hacer despacito con cualquier moto, que da la vuelta al embalse en un recorrido de unos 10 o 15 kilómetros, cerca del agua, al fondo del valle, entre grandes montañas y frondosos bosques. De vez en cuando encontrabas en algún ensanche una camper estacionada, con parejas o pequeños grupos de escaladores con sus cuerdas, mosquetones, cascos…, también alguna familia comiendo una tortilla a la sombra de los pinos. La primera mitad del recorrido fue un poco tediosa porque tuve la mala suerte de ir detrás de un coche, y aunque había pocos ensanches alguno había, sin embargo ese señor no creyó necesario dejar pasar al motorista, así que me tragué unos 15 minutos detrás del coche. Por fin, nos encontramos otro coche de frente y como no había espacio para que se cruzasen, tuvieron que parar. Me puse al lado del conductor y me paré, bajó la ventanilla y le dije, “si no te importa, voy a pasar”. El hombre se quedó mirándome sin decir nada, la mujer que había a su lado me decía amablemente “¡claro, claro, pasa…!”, y yo me largué, disfrutando por fin, de camino abierto, porque como todo motorista sabe, no hay nada peor que ir detrás de un coche…

Esta ruta circular me llevó unos 40 minutos, no la tenía prevista pero me encantó, y si vuelvo por allí la repetiré. Al final, acabas subiendo a un pueblo, Beniardá, en el que paré a contemplar el paisaje desde las alturas.

Tal vez en otra ocasión entre en el pueblo de Guadalest, según describe Pedro Pardo en su guía, “al casco histórico se accede cruzando un túnel horadado en la roca. Sobre un peñasco próximo se levanta un campanario cuya silueta ha pasado a ser una especie de símbolo de Guadalest. Desde lo alto de su núcleo urbano se domina una vasta panorámica en la que las alturas de la sierra de Aixorta se miran en las aguas azules del embalse. Se debe dejar la moto a la entrada del pueblo, ya que todo su conjunto urbano es peatonal”.

Desde Beniardá se toma la CV-70 y unos 10 kilómetros más adelante se llega al puerto de Confrides (966 m) a través de un suave ascenso, en un paisaje de pequeños pueblecitos serranos, pintados de blanco como en Andalucía. 

A la salida de Benifato paré en una llanura junto a la carretera, desde el asalto del gastrobar no había comido nada, y tenía más hambre que un perro atao a un kilómetro. Me calenté una lata de albóndigas con el camping gas, fruta, cafelito, y en ruta.

Albóndigas en Benifato. Las señoras del pueblo paseaban y me saludaban.

Poco antes de Benasau, se abandona la CV-70 para tomar la CV-770 que nos llevará hasta el mar, en Villajoyosa. Ya en la CV-770, se inicia la subida al puerto de Tudons (1.027 m). Se gana mucha altura en pocos kilómetros por lo que la subida es potente y zigzagueante.

Puerto de Tudons
Puerto de Tudons. Inversa.

Desde el puerto, sale una carreterita que lleva hasta el monte Aitana (1.558 m), que da nombre a toda esta sierra, pero es zona militar y para subir hay que pedir permiso al ejército. Tal vez en otra ocasión, esta vez tuve que conformarme con parar en el puerto y  hacer algunas fotos. A la sombra, había un grupo de motos deportivas y un par de coches tuneados.

Panorámica desde el puerto de Tudons.

Conforme se baja el puerto, se va dejando atrás el abrupto paisaje de la sierra, y con la proximidad del mar, el terreno se vuelve más llano. En la ruta de Pedro Pardo, después de pasar Sella, debe tomarse la CV-775 que nos lleva hasta Alicante, pasando por pueblecitos como Relleu y Aguas de Busot. Sin embargo, yo por error continué por la CV-770 hasta Villajoyosa, a 35 km de Alicante, y allí dí por finalizada esta ruta. Poco antes de Villajoyosa, hice una última parada en el embalse de Amadorio.

Embalse de Amadorio.

Quedará para otra ocasión la CV-775. En los viajes siempre quedan cosas pendientes.

Para el día siguiente tenía previsto hacer la Ruta 27 que arranca en Águilas (Murcia), así que, para terminar el día, me enchufé 180 km por la  A-7 hasta Lorca, y desde allí, 40 km por la RM-11 hasta Águilas. Después de un día tan largo y con tantas curvas, la autovía fue un placentero descanso y como colofón, los últimos kilómetros por a RM-11 hasta Águilas me gustaron mucho, porque discurren por un paisaje montañoso y semiárido de matorral bajo, que me recordó al cabo de Gata.

A última hora de la tarde llegué al hostel, junto al puerto deportivo de Águilas. Ducha, cena, unos vinos en la habitación repasando la ruta del día siguiente, y a dormir, después de un fantástico día de moto.

Si quieres recibir un aviso cuando publique nuevos contenidos, puedes suscribirte a La Gira Interminable introduciendo a continuación tu dirección de correo electrónico:

2 respuestas a “Por el dulce paisaje de la sierra de Aitana: de Gandía a Alicante por el interior.”

  1. Avatar de Luz Alcalá Zamora Matilla
    Luz Alcalá Zamora Matilla

    Bonitá ruta. Y con tus comentarios y buenas fotos resulta muy atractiva. Me encanta.

    Me gusta

Replica a Germán Ayala A-Z Cancelar la respuesta

Tendencias