En enero de 2023 el amigo Joao me envió un mensaje para que me acercara a La Ardilla Vuelve, reunión invernal de motoristas en la Sierra Sur de Jaén. Por supuesto me acerqué a saludarlo, me acompañó Juanlu, otro kalifa, y echamos un buen día. Joao me presentó a su amigo Manuel, del Puerto de Santa María, me encontré con Luís y otros amigos del norte, y echamos un buen rato en la hoguera de los Mas-Gas. A la caída de la tarde nos volvimos al kalifato. Habíamos echado un gran día y decidimos que en 2024 volveríamos y acamparíamos todo el fin de semana.

En principio íbamos a ir tres kalifas, pero a Juanlu le surgió un problema de trabajo y fuimos Juanmi y yo, aunque por la tarde nos visitaría Joaquín, y el Domingo se acercarían Raúl y Rafalin.

Quedamos el sábado por la mañana en la Plaza de Andalucía y el Carpin se acercó para traernos la bandera del Komando. Salimos puntuales y viajamos tranquilos por la A-306 hasta Torredonjimeno. Desde allí un pequeño tramo de autovía hasta Jaén, y luego serpenteando por la vieja N-323 hasta la altura de Carchelejo, a donde subes por una carretera estrecha y emocionante, pero con buen firme, la JA-3206.

Llegamos a la reunión y fuimos directamente a montar las tiendas, saludamos a algunos amigos, montamos en un buen lugar, y bajamos con las motos a la zona de la carpa social, para comer y beber algo antes de irnos a rutear.

Echamos unas cervezas, un bocata de lomo (con mucho pan y poco lomo, todo hay que decirlo), llegó Joaquín, y nos fuimos a dar una vuelta. El plan era rutear un rato por la Sierra Sur y volver al campamento, donde por la tarde había una exhibición de motocross, y algunas charlas de viajeros en la carpa social.

Nos volvimos a montar en el tiovivo de la JA-3206 y cruzamos a la JA-3207, preciosa carretera que escala entre olivares de montaña, flanqueada por viejas canalizaciones de regadío, y algunos muretes bajos de piedra. El día estaba soleado y templado, de hecho era una tarde primaveral. Llegamos hasta Arbuniel, donde tomamos la JA-3204 hasta Cambil, siempre subiendo, para luego descender hasta la autovía, cruzarla, y volver a subir a Carchelejo. Un paseo breve, pero por unas carreteras muy, muy bonitas.

Ya en el campamento, por fin nos quitamos el traje de romano, y ya cómodos, bajamos a la carpa y empezamos con la dura tarea del motorista invernal, comer, beber, hablar con amigos, comer, beber, hablar con amigos…

En algún momento nos acercamos al Coviran del pueblo a comprar pan y agua, y una magnífica torta casera que por alguna razón nos regalaron. La demostración de motocross fue sencilla, unos adolescentes dando vueltas en un circuito anejo al campamento, a un ritmo prudente, lo que hay que celebrar visto que junto al circuito había un buen barranco. Echamos un buen rato viendo a los chavales. La tarde avanzaba, así que subimos a las tiendas para abrigarnos un poco, y aprovechamos para comernos nuestra torta y descansar un ratillo.

Bajamos a las 18:30h, que según el programa era cuando empezaban las charlas de los viajeros, pero joder, cuando llegamos estaban justo acabando, se ve que se adelantaron, pero bueno, el plato fuerte era el amigo Xuarcar y ya lo conocemos porque somos paisanos, sí que me quedé con las ganas de ver la presentación de la Ruta Andalusí, que era otra de las presentaciones previstas, otra vez será.

A partir de esa hora la carpa social se fue llenando cada vez más, no sólo con los motoristas, también con las chicas del pueblo que bajaban a la fiesta arregladitas y guerreras como si fueran las fiestas del pueblo, y también sus padres y madres, que festejaban y bebían con motoristas y viajeros en un ambiente realmente diferente y espectacular. Nunca antes he estado en una invernal tan popular y cercana, tan mezclada con la gente del pueblo. En el campamento, turbas de chiquillos iban de hoguera en hoguera bacilándole a los motoristas con simpatía, haciendo gala del orgullo local, para que sude el músico ambulante su condición de vagabundo. 

Las cervezas y la fiesta siguieron, pude saludar y charlar con viejos amigos.

La música estaba muy alta, así que nos instalamos en unas cómodas sillas a unos cuantos metros fuera de la carpa, bebiendo cerveza y viendo pasar a las mozas bajo las estrellas. Muchos motoristas se marcharon para dar un paseo en moto con antorchas por el pueblo. Nosotros preferimos seguir en nuestra baranda, y al rato los vimos regresar al campamento, iluminando la noche con sus llamaradas. Después vino el concierto, con un grupo tributo a Héroes del Silencio. Nosotros seguimos afuera, bebiendo y mirando como las mozas bailaban con sus hijos y sobrinos, una auténtica fiesta country, Jaén version.

Cuando el hambre apretó nos fuimos a las tiendas a por las viandas, y nos arrimamos a la hoguera de los vecinos, un gran grupo de valencianos entreverao de argentinos. Gente muy maja, nos dieron asientos y nos invitaron a asado argentino, pan con chimichurri y café. Nosotros pudimos ofrecerles queso artesano de Rocío, la mujer de Juanmi, que sus padres son ganaderos y hacen un queso muy rico.

Estiramos la noche en la hoguera hasta que el sueño y las cervezas nos tumbaron, y nos echamos a dormir en nuestras tiendas, a unos 20 metros del fuego. Yo dormí súper bien y me levanté el domingo descansado y con ganas de moto. El plan era desmontar el campamento, desayunar en la churrería de la carpa social, y a las 11h, encontrarnos con otros 2 kalifas, y hacer juntos ruta de regreso por la Sierra Sur, comiendo por el camino.

Recogimos y nos despedimos de alguno de los amigos valencianos, y como la churrería estaba hasta la bola, nos fuimos a desayunar a un bar del pueblo, allí con los abuelos, que miraban con curiosidad nuestras motos, pertrechadas con las maletas y el material de acampada. Desayunamos como auténticos kalifas, al sol y despacio, unas enormes tostadas y un buen café. Nuestros amigos se habían dormido, así que en vez de esperarlos en Carchelejo, nos fuimos a Jaén y nos encontramos en todo lo alto del Castillo de Santa Catalina, donde las vistas de Jaén son verdaderamente increíbles. Eso sí, la subida al castillo merecería una crónica aparte, ya que el TomTom hizo de las suyas y nos metió por todo el casco histórico, alcanzando momentos de dificultad en las calles Parrilla y Buenavista, calles adoquinadas, estrechas, empinadas y con giros imposibles, por las que moverse con una moto de 300 kilos (cargada) es ciertamente difícil.

Ya en el castillo, aparcamos las motos y en diez minutos llegaron nuestros amigos, disfrutamos de las vistas y dimos un paseo bajo el tórrido sol de enero hasta la Cruz del Castillo de Santa Catalina, que te ofrece unas vistas formidables de Jaén y sus sierras en 360º.

Estuvimos por allí un buen rato, le pedimos a un ruso muy simpático que nos hiciera una fotografía, y nos fuimos de ruta.

El plan era volver por la A-6050 a través de  Jabalcuz, Los Villares, Valdepeñas de Jaén y Castillo de Locubín, hasta enlazar con la N-432 que viene de Granada dirección Córdoba, y así lo hicimos. La A-6050 es una de las mejores rutas entre Jaén y Córdoba, junto con la A-420 que enlaza Cardeña con Marmolejo.

Intentamos comer en Castillo de Locubín, pero tuvimos mala suerte y paramos en un bar que no servía comidas. Nos dieron alguna recomendación que no encontramos, y seguimos avanzando para acabar comiendo en Ventas del Carrizal. Y tardíos pero certeros, porque dimos con el Restaurante el Comienzo, que a pesar de estar hasta la bola y ser las tres y pico nos dieron una mesa estupenda al sol, y tanto el hombre de las brasas como la camarera eran gente muy agradable, y la camarera además simpática y guapísima. Nos pusieron unos estupendos platos alpujarreños, cerveza y buen café.

Echamos allí un par de horas, comiendo al sol en manga corta. Después, vuelo rasante hasta el kalifato y final de una nueva invernal, soleada y cercana, pero invernal de todas todas, y con un punto popular muy genuino y auténtico, que la hace especial. En 2025 volveremos, e iremos desde el viernes, ¡¡Gasolina y Escarcha, Wiwi!!

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Una respuesta a “La Ardilla Vuelve 2024”

  1. Avatar de Antonio Santiago Fernández
    Antonio Santiago Fernández

    Buena crónica, como siempre, Germán.

    A ver si para la próxima soy capaz de apuntarme y acompañaros en el sufrimiento.

    Abrazos!

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