Arouquesas es una reunìón invernal de motoristas que se celebra en el norte de Portugal, en el mes de febrero. La organizan Paulo Santos y Miguel Cerqueira, y al menos hasta ahora, ha sido siempre en el Lugar do Vidoeiro, en Cabreiros, Serra da Freita (Arouca), que está aproximadamente, a la altura de Oporto.

En palabras de sus organizadores: «Arouquesas surge en 2022 con la voluntad de recuperar el espíritu de las concentraciones moteras invernales en un entorno de montaña. Una idea entre amigos que dio lugar a una reunión muy agradable, que muchos quisieron repetir al año siguiente. ¡Y ahora aquí estamos para la cuarta edición!«

«¡Este año, las Arouquesas permanecen en su territorio natural: Serra da Freita! Aquí podrás explorar magníficos paisajes, atravesar pueblos perdidos en el tiempo, revivir tradiciones, probar la gastronomía y observar fenómenos geológicos únicos en todo el territorio del Geoparque de Arouca. Te invitamos a unirte a nosotros en un ambiente amigable donde podamos compartir historias y experiencias como motociclistas.«

Aunque esta ha sido la cuarta edición, en mi caso es la segunda vez que asisto a esta reunión, si os apetece, podéis leer la crónica del año pasado en este enlace.

Igual que el año anterior, hemos asistido dos kalifas, Juanlu y yo, pero el viaje lo hemos planteado mejor. En 2024 quisimos evitar las autovías y el tramo portugués en carretera nacional fue un infierno de travesías, infinitas líneas contínuas sin arcén, y tráfico pesado muy denso. Este año fuimos por nacional desde Córdoba hasta Badajoz, con mucho frío (para andaluces) en las primeras horas, en torno a los -2º, pero sin lluvia y con poca niebla. Sin embargo, fue entrar en Portugal y empezar la lluvia, que nos acompañó varias horas, aunque según Juanlu que tiene más memoria que yo, mucho menos que el año pasado. En Elvas abandonamos la A6 para subir por la N 246 dirección noroeste, y seguimos en esa dirección alternando nacionales con algunos tramos de autovía hasta Coimbra, donde tomamos la A1 que nos subió, paralelos al Atlántico, hasta Beduido.

Allí, volvimos a nacionales y comarcales para hacer los últimos 50 kilómetros del trayecto, de los cuales, los últimos son impresionantes, escalando la montaña por una pequeña carretera, y después surfeando el altiplano con su niebla perpetua, de la que emergen las cruces de piedra y las turbinas eólicas, como fantasmas amenazantes.

En total son 650 km y 9 horas de moto, un día perfecto. Llegamos sobre las 18h del viernes, hora portuguesa, bastante enteros y con ganas de ver a los amigos, así que aparcamos las motos junto al albergue, y nos instalamos en los catres que habíamos reservado en la buhardilla, un lugar confortable, con suelo y paredes de madera, buena temperatura, camas muy cómodas, y enchufes suficientes.

Nos pusimos cómodos y nos unimos al grupo en la planta baja del albergue, alrededor de la gran mesa común junto a la chimenea, que se fue llenando de gente y también de comidas y bebidas de diferentes zonas de la península ibérica. Fue un placer reencontrarse con amigos a los que conocimos el año pasado, y por supuesto seguir haciendo amigos nuevos, algo que es muy entrañable y particular de las reuniones invernales de motoristas.

André y María fueron en autocaravana con su niña pequeña, una bebé de meses, y Clarines, la madre de María, que nos preparó un potaje espectacular; también hubo empanadas portuguesas y gallegas, porque Portugal y Galicia, son siempre las tierras más presentes en esta reunión, chorizos de todos los lugares, variedad de panes y quesos, y en fin, mucho más de lo que nos podíamos comer.

Conforme se agotaba la tarde, seguían llegando motoristas, algunos ya con la noche cerrada, lo cual a mi me parece una temeridad que no merece la pena, si hablamos de andar por la montaña con niebla y heladas, pero en fin, es cierto que a estas reuniones va gente muy avezada y experta, y cada uno decide los riesgos que toma. Yo desde luego, durante el invierno, nunca ando en moto de noche por la montaña. Y aún el sábado, siguieron llegando algunos motoristas más, de lugares más cercanos, hasta juntarnos un grupo de 45 personas, que es quizás, el límite máximo para estar cómodo en este lugar.

La Casa do Vidoeiro (Casa del Abedul) es un albergue de montaña con dos plantas. La planta baja dispone de 4 dormitorios, una sala común con estufa de leña, un baño y una cocina compartida. La planta superior dispone de un amplio espacio con 10 camas individuales  y todas las habitaciones tienen calefacción central.

En el espacio exterior hay un bloque de vestuarios masculino y femenino, compuesto por 6 duchas, 4 aseos y 4 lavabos, así como un cobertizo con barbacoa y fregaderos. También hay una piscina natural de agua, eso sí, helada.

Además, todo el espacio está perimetrado con una puerta de acceso y es posible acampar, si ya no quedan camas disponibles, o simplemente prefieres esa modalidad de pernocta. Puedes ver el albergue, e incluso hacer reservas, en este enlace: https://www.freitacasadovidoeiro.pt/alojamento/

Está a mil metros de altitud, y las coordenadas son estas: 40.870707 N, -8.236956 W

En resumen, es un lugar simplemente inmejorable para una reunión de motoristas, no sólo por la comodidad, sino también por el interés del entorno, en pleno geoparque declarado de interés mundial por la UNESCO, con lugares de notable valor científico, y también turístico  y paisajístico. Además de rutas de senderismo, cascadas, y ríos como el Paiva, meca del rafting, o los ríos de Frades y Teixeira, en los que se practica descenso de cañones. El sábado por la mañana, visitaríamos algunos de estos lugares.

La noche del viernes fue agradable y tranquila, alternando ratos en la mesa común del interior, y también en el exterior, disfrutando de una noche no muy fría y sin lluvia. 

Miguel hizo un pequeño briefing en el que explicó las actividades previstas para el sábado.

Y trasteando por allí y ayudando a su padre, Rui, que ha estado en las cuatros ediciones de la reunión.

Después de algunas horas compartiendo comida y conversación, me retiré a dormir a una hora prudente, y el sábado me desperté fresco y con muchas ganas de moto. Desayunamos con calma y abundancia, y a media mañana arrancamos las motos y nos fuimos de ruta.

Las carreteras de la Serra da Freita son magníficas para andar en moto, pequeñas y estrechas, con muchas curvas y un entorno de montaña muy particular, con campos eólicos, zonas de niebla perpetua, bellos paisajes con pequeñas aldeas tradicionales, y vacas arouquesas en libertad, que como dicen Miguel y Paulo, «a pesar de ser una raza dócil y muy acostumbrada a los humanos y a los vehículos…son vacas y tienen cuernos!!!,  y debemos conducir con calma, sin movimientos bruscos que puedan asustarlas y provocar reacciones inesperadas.«

El paseo fue tranquilo, por las vacas y también por el estado de la carretera, muy húmeda y revirada. Hicimos la primera parada en una explanada a las afueras de la aldea de Castanheira, ubicada en el corazón de la sierra de Freita. Desde este lugar, se contempla un profundo valle, con algunas aldeas encaramadas en la sierra, y al fondo, Frecha da Mizarela, la cascada más alta del Portugal continental.

En este lugar,  Edgar y Soraya volaron su dron, y tomaron esta foto de grupo:

Después de un rato estirando las piernas y disfrutando de las vistas, fuimos dando un paseo hasta la aldea, muy  próxima, para visitar un afloramiento granítico recubierto de piedra caliza más blanda. Con la erosión, la caliza más blanda va dejando sueltas piedras de granito que se decantan y ruedan, como si fueran paridas por la montaña, dejando nódulos oscuros en el lugar donde antes estuvieron alojadas. Por eso, los habitantes del pueblo de Castanheira, crearon el nombre de “Piedras parideiras”, y se ha abierto un centro de interpretación para contribuir a la conservación, valoración y difusión de este patrimonio geológico.

Sobre la aldea, hay una ladera rocosa en la que se han instalado pasarelas de madera, para que puedas contemplar de cerca las piedras parideras con sus nódulos oscuros. El fenómeno es curioso, y aunque no seas una persona interesada en la geología, el silencio, la luz, y el valor paisajístico del entorno, hacen que esta visita sea interesante.

Justo al inicio de las pasarelas, al otro lado de la calle, está el centro de interpretación, ubicado en una casa de piedra restaurada, que ofrece desde su parte alta, una excelente panorámica de las sierras lejanas, y junto a la aldea, terrazas ganadas al monte, para la siembra.

En la parte baja hay un importante afloramiento de piedras parideras con paneles explicativos.

En el interior, hay un centro de interpretación pequeño y moderno, con sala de proyecciones, tienda y aseo. Juanlu y Benjamín entraron a comprar miel. Yo los esperé tomando el sol y finalmente volvimos a las motos con cierto retraso, cuando ya todo el grupo estaba listo para partir.

El grupo principal se fue con Paulo, y los tres morosos nos quedamos con Miguel, que nos llevó a dos miradores más, desde los que tuvimos diferentes panorámicas del mismo entorno.

Después fuimos a la aldea de Merujal, donde nos tenían preparado un aperitivo en la Mercearia da Montanha, un pequeño local con mucho encanto, que sirve bebidas  y comidas de la zona, y es atendido por personas muy amables. Además pueden aconsejarte sobre lugares de interés, y tienen tienda de productos y artesanía locales. Un lugar al que sin duda volveré. Nos sirvieron el aperitivo en una mesa en el exterior y todo estaba muy rico.

Por supuesto, el nombre del sitio me recordó a La Mercería de Minnie, en el camino a Red Rock, de The Hateful Eight.

Después del aperitivo, fuimos rodando tranquilamente hasta el albergue, aparcamos las motos, y nos preparamos para uno de los momentos grandes del fin de semana, la comida del sábado.

En principio la comida era libre, pero Paulo y Miguel nos ofrecieron que una señora nos preparara un asado en horno de leña de ternera arouquesa con guarnición de patatas, y nos lo llevaran al albergue. Todos nos apuntamos y fue un éxito. Muy rica y abundante. Tanto que  sería buena idea repetirlo y convertirlo en una tradición de la reunión.

Como éramos muchos, algunos comimos fuera, disfrutando de un buen día sin lluvia, que a diferencia del año anterior, nos permitió disfrutar mucho del exterior.

Y como Dios manda en estas circunstancias, ya no paramos de comer, beber, hablar, reir y fumar… en todo lo que quedaba del día, y de la noche.

Es verdad que yo llevaba días medicándome por unas molestias, y tenía unos ardores que me impidieron entregarme al exceso como la situación requería, pero aún así, disfruté mucho, y la parte buena es que me acosté más temprano y menos perjudicado de lo habitual, lo que no venía mal para el viaje de  regreso del día siguiente.

Pero antes, tuvimos unas horas estupendas, en las que charlamos mucho, y tuve ocasión de conocer a nuevos amigos como Álvaro y José Luis, de A Coruña, Madel, de Ávila, o Joao Cid, entre otros.

Hablé mucho con ellos, y Joao me estuvo contando su reciente viaje a Rusia, un viaje muy especial desde Portugal hasta Vladivostok, recorriendo el paralelo 50, para celebrar su 50 cumpleaños. Fueron 6 meses y algo más de 50.000 km de viaje. Enhorabuena Joao, nunca supe de un cumpleaños tan increíble. En esta foto estoy con él, con el ushanka que se trajo de Rusia.

Joao Cid también organiza una reunión invernal en Portugal, Os Reis na Serra (Los Reyes en la Sierra), que se celebra en enero el fin de semana de Reyes, en Covão da Ponte, cerca de Manteigas, en Serra da Estrela, un lugar precioso que conocí cuando existía Eskimós, y al que espero volver en Reyes del año que viene.

La noche fue avanzando, para cenar, una excelente parrillada mixta, e incluso una ensalada para la conciencia, cerveza, vino… e igual que el día anterior, me fui a dormir a una hora bastante prudente.

El domingo por la mañana desayuno abundante y relajado, un par de cafés, recoger (no todo, porque nos dejamos la bandera del komando Kalifa), despedirnos de unos y otros, y regreso.

Pero antes, tuvimos el momento picante que siempre te reserva Arouquesas, la subida por el camino de tierra, 800 metros con pendiente, alguna trialera y piedra suelta, que si está seco no es mayor problema, pero si está mojado, y siempre está mojado, es un pequeño reto para motos de carretera pesadas como la mía, y motoristas torpes fuera de asfalto como yo. El año pasado no me caí, y este año tampoco, aunque estuve realmente cerca. A  mitad de la subida quise cruzar una trialera en diagonal y la moto se me caló justo en medio del surco, llegando al suelo apenas con la punta de los pies por el desnivel. Me quedé ahí suspendido. No sabía si retroceder y replantear o intentar seguir por el mismo sitio. Arranqué y opté por lo segundo. Increíblemente salió bien y una vez más, llegué hasta arriba sin ningún incidente.

Ya arriba, emprendimos el regreso, no por donde vinimos, sino en sentido contrario por las mismas carreteras que habíamos recorrido el sábado por la mañana. El día era lluvioso y la niebla tan densa que en algunos tramos tenías que avanzar extremadamente despacio. Pero sin problemas, nos gusta y no tenemos prisa, así que avanzamos a ritmo natural hasta que, aproximadamente una hora después, la niebla quedó atrás y ya con visibilidad, seguimos bajando de la sierra y curiosamente, paramos a repostar en la misma gasolinera del año pasado. Después todo fue fácil, con la curiosidad de que unos 300 km después volvimos a repostar, también en la misma gasolinera del año pasado… increíble, y más increíble aún que nos encontráramos allí a nuestro amigo Joao Penedo, tomando un café.

Después otro tirón de 300 km hasta el último repostaje del día, ya en el norte de la provincia de Córdoba, donde aprovechamos para comer algo y tomar un café. Los últimos kilómetros hasta Córdoba, ya de noche y con muy buena carretera, fueron rápidos y divertidos. Llegué a casa cansado pero feliz, así es como deben terminar todos los viajes.

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2 respuestas a “Arouquesas 2025”

  1. Avatar de meticulousb8ffd42321
    meticulousb8ffd42321

    Fabulosa reportagem, espectacular mesmo. Um grande abraço e até uma proxima.

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    1. Muito obrigado meu amigo, até à próxima!!

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