• Rafa «el Greñas», del Mas Gas Club

    Amigos lectores de La Gira Interminable, inauguramos esta sección de Grandes Viajeros con una entrevista a Rafa el Greñas, un gran tipo que en mi opinión, encarna como pocos, valores muy apreciados por los motoristas. Siempre que vas a la sede de su club, o a cualquiera de las muchas actividades que organizan esos yonquis de la carretera que son los MAS GAS, hace que te sientas como en casa. Yo he tenido la suerte de compartir hoguera con él en Millevaches 2019, y también en la reunión invernal de MAS GAS, en 2017 y 2020.

    Con Rafa en Millevaches The Authentic 2019, en el Parque Natural de los Volcanes de Auvernia, Francia.

    ¿Rafa, crees  que no existe viaje si lo que sucede en el camino no te transforma de algún modo, has experimentado  esa sensación de transformación?

    Por supuesto. Creo que todos los viajes grandes o pequeños, sólo o con amigos, te transforman en mayor o menor medida. Viajando en grupo aprendes a convivir con los demás y a adaptarte a las necesidades de otros, lo normal es adaptarse al menor presupuesto. Cuando viajo sólo veo el mundo de otra manera, con algo más de prudencia, pero al interactuar más con las gentes por donde paso aprendo otras maneras de ver la vida y el día a día. Esta forma de viajar es la que más me enriquece al tener que adaptarme a otras realidades. Puedo viajar tirando de visa pero al llegar a una aldea donde solo encuentro una cuadra y un poco de arroz pues me sabe a gloria o puedo visitar Mónaco durmiendo en caminos y tirando de camping gas. El tiempo y el presupuesto manda, lo importante es viajar.

    Viajes en los que más he notado esa transformación. Sin duda el primer viaje en solitario por Europa y los últimos por Nepal y Kenia. El primero por esa sensación de vértigo que te da  enfrentarte a la incertidumbre de qué te vas a encontrar, cómo te apañarás sin hablar el idioma (solo hablo español), las primeras fronteras y su burocracia, en fin, todas esas inquietudes que van desapareciendo con el paso de los kilómetros. 

    Los últimos sin duda por ese choque cultural. El rollo contemplativo de los Nepalíes y la alegría y ritmo africanos. En este último aprendí algo tan simple como importante que me dijo un amigo: “No te preocupes, es mero vida”, total si la solución no depende de mí, preocuparme solo va a empeorar la situación.

    ¿Cómo preparas tus viajes, utilizas guías de viaje?

    Siempre me ha gustado leer las guías de trotamundos antes de realizar un viaje, para decidir qué visitar y qué dejar para la siguiente vez que vuelva, ya que en una sola visita resulta imposible ver cada rincón de un país. Actualmente a pesar de los GPS, móviles, etc, también me gusta hacerme con mapas de papel  comprados en cualquier gasolinera del lugar, aunque esto es más un fetiche, ya que apenas si lo ojeo por curiosidad. Pero me gusta tenerlo de recuerdo.

    Guías de viaje de Trotamundos

    Ya se están organizando viajes al espacio, ¿Si tuvieras la oportunidad,  formarías parte de estos viajes?

    No. No me veo encerrado en un autobús espacial que solo me lleva de ida y vuelta sin paradas. Otra cosa sería poder dar una vuelta rodando por la superficie en el Curiosity o cualquier otro artefacto similar, ya sea por la Luna o cualquier planeta. Sin duda a eso sí que me apuntaba.

    Suele decirse, que incluso de las malas experiencias se puede sacar partido, ¿qué opinas, algún ejemplo personal?

    Si no aprendes de las malas experiencias difícilmente podrás superarlas si se repiten. Aunque no he tenido malas experiencias, si que alguna complicación me he encontrado en el camino. De hecho todo lo que sé de mecánica lo he ido aprendiendo en ruta, bien por averías propias, como ajenas. También aprendes a tener calma y mucha paciencia en según qué situaciones. Sobre todo cuando te cruzas con algún corrupto y sabes que te va a dar la mordida, ahí solo te queda negociar la cantidad que vas a soltar o perder uno o dos días de viaje entre comisarías, superiores, etc.. Todo depende del presupuesto y del tiempo que puedas perder.

    En los últimos años, has hecho grandes viajes por Asia y África, ¿sigues encontrando atractivo viajar por Europa?

    Claro por Europa y por España. En cualquier caso siempre quedan pendientes nuevos rincones por descubrir y nueva gente que conocer y de la que aprender.

    De Europa me quedan algunos países por visitar, sobre todo del Este y alguno del Norte. Pero por ahora los estoy dejando para cuando este mayor ya que quedan más asequibles por distancia y por la comodidad de buena comunicación por carretera.

    Hace sólo unos meses has estado viajando en moto por Kenia, ¿qué sientes cuando ves lo que está pasando con los inmigrantes que vienen con pateras a España?

    Buff! Esto da para mucho debate. Si bien es cierto que las fronteras administrativas son necesarias (o no) creo firmemente en la libertad de movimiento del individuo a nivel global. Si de verdad lo que teme cada país es la entrada de según qué organización en su territorio, igual la solución es gastar más en cooperación, intercambio de información, desarrollo, etc. que en concertinas, bolas de goma o lanchas que abordan cayucos. Pero mandan otro tipo de intereses más preocupados en salvar el libre mercado, que en salvar la vida en cualquiera de sus formas.

    Dicen que Kenia es un país bellísimo, ¿nos hablas de sus parques naturales, visteis grandes animales salvajes? 

    Kenia una gente y un país alucinante. De los parques qué decir. Tendría que ser un gran narrador para poder describir lo que ví y sentí rodando y acampando por todo el país. Enormes espacios abiertos rodeado de grandes animales que solo había visto en documentales de la 2 o tristemente encerrados tras los barrotes de un zoológico. Tuve la suerte de hacer un completo en el Massai Mara. Elefantes, hipo, leones, jirafas, guepardo, cebras y ñus que llenaban toda la llanura.

    Reserva natural de Massai Mara, en el Serengueti, Kenia.
    Reserva natural de Massai Mara, en el Serengueti, Kenia II.

    La sensación de estar a 2 o 3 metros de ellos sentado en la trasera de un 4×4 sin ninguna protección es una pasada, aunque en algún momento es inevitable que te sientas como si fueras el menú del día para algún gran felino. También tuve la suerte de acampar en medio de un poblado Masai fuera de los circuitos habituales del turisteo y disfrutar de la hospitalidad de esta gente. Algo sin duda muy recomendable y un viaje que volveré a repetir.

    «En algún momento es inevitable que te sientas como si fueras el menú del día para algún gran felino«.

    Permíteme una pregunta inevitable, ¿Cuál ha sido el mejor de tus viajes, nos lo cuentas?

    Difícil elección. Diría que el primer viaje largo por Europa a comienzos de los 90’s en solitario con mi novia de entonces y actual compañera. Un Córdoba Amsterdam durante 15 días. Sobre todo por esa sensación de vértigo que da el salir de tu zona de confort por primera vez, con las barreras idiomáticas y económicas. Nos manejábamos en pesetas y tener que llevar un sobre por cada país a cruzar con distintas cantidades de efectivo era arriesgado, pero tirar de tarjeta te disparaba el presupuesto en comisiones bancarias. Tiradas de 800 o 900 km diarios es algo que hoy vemos con normalidad pero cuando el viaje más largo que has hecho es a Faro o Pingüinos con 20 paradas, este tipo de viaje se hace un mundo. Dormimos en albergues juveniles y comíamos de supermercado para ahorrar hasta la última peseta para gasolina, algo que no ha cambiado mucho en mi forma de viajar a hoy día, salvo por los albergues que los he cambiado por la tienda de campaña y las cunetas.

    Amsterdam, finales de los 90

    Fue un viaje de mucha visita cultural y fiestera (barrio Rojo). Anécdotas que recuerde: tres horas en una comisaría a la que me acerqué para que me indicaran como llegar al albergue donde teníamos las reservas. No entendía muy bien porque tardaban tanto en darme unas simples indicaciones, hasta que salió un detective de 2×2 metros con unos planos fotocopiados y que hablaba perfectamente en español y con sus indicaciones llegamos sin ningún problema. No sin antes interesarse por los motivos de nuestra visita, ya que el albergue estaba situado cerca del hospital y creía que teníamos algún familiar enfermo. No entendía que para visitar la ciudad durmiéramos en las afueras, pero el alojamiento cerca del centro tenía unos precios prohibitivos para nosotros.

    Amsterdam, finales de los 90, II

    De las visitas, pues tomarte una cerveza en un coffeshop de barrio rodeado de skins fumando en pipa de agua a la hora del desayuno, o la sensación de claustrofobia e impotencia en la visita ineludible a la casa de Anne Frank, sensación que volvería a tener varios años después en Polonia al visitar los campos de concentración. Pero eso ya es otro viaje.

    Polonia. Campos de concentración.

    Amigo Rafa, muchas gracias por tu tiempo, ¡salud y aventuras!

    Nos vemos en la ruta.

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  • De Jaén a Córdoba por un mar de olivos y el Parque Natural Sierra de Cardeña y Montoro.

    El desayuno del Xauen fue menos que funcional, café de máquina en vasito de plástico, y el tomate de la tostada envasado… de verdad, que no me esperen. Fuí derecho a la gasolinera, tocaba el mantenimiento de los 1.000 kilómetros, así que busqué una Repsol que son mis favoritas. Allí otro café, presión de neumáticos, aceite motor, engrase de cadena, y tanque lleno. Me fumé un cigarro y empecé la ruta.

    Era el último día de mi viaje, y decidí cruzar desde Jaén hasta Marmolejo para luego subir  hasta Cardeña y desde allí, bajar hasta Montoro y entrar en Córdoba.

    Entre Jaén y Marmolejo hay un inmenso olivar surcado por infinidad de pequeñas carreteras secundarias, algunas de ellas, más caminos que carreteras, y todas, en enero, llenas de barro y aceituna machacada, escurridizas y con tractores y Land Rover con remolques por todas partes. Lo aconsejable es evitarlas durante la campaña de la aceituna, aunque esto es como todo, despacito y con cuidado se puede cruzar.

    Olivos de Jaén.

    Confié la navegación al Tomtom, seleccioné ruta vertiginosa y me dejé llevar. La verdad es que fue una mañana espléndida, conduciendo por el olivar, escuchando música, viendo trabajar a los aceituneros. En un momento paré y estuve unos minutos observando a una cuadrilla, los chicos me miraban extrañados de encontrarse una moto de carretera pertrechada con maletas, allí en medio del olivar, en el camino embarrado. Yo escuchaba a The Comunals y los miraba feliz con una gran sensación de irrealidad.

    Olivos de Jaén II.
    Mar de olivos.

    Finalmente llegué a Marmolejo, pueblo conocido por su balneario, lo recorrí sin parar, salvo para hacerle un par de fotos al Gran Hotel, un establecimiento antiguo y desgastado, que sin embargo a mí me gusta mucho, me encanta alojarme allí con mi mujer y disfrutar del Spa y los masajes, y por las noches de los mojitos en el chill out del jardín. Que nadie se engañe, es un hotel muy normalito, es sólo que a mí me encanta, tiene una elegancia caduca y trasnochada, de película en blanco y negro.

    El Gran Hotel Balneario de Marmolejo.

    Salí de Marmolejo por la A-420 buscando la presa del río Yeguas, donde paré a descansar un rato, tomar el tercer café del día, alguna fruta y un cigarro. Coincidí en mi parada con un matrimonio con un niño pequeño, su mamá se esmeraba en limpiarlo todo y en que no tocara nada, tarea difícil. Me alejé un poco para no molestar con el humo, tomé algunas fotos sin demasiado interés y me marché.

    Presa del río Yeguas.

    La A-420 es una carretera verdaderamente prodigiosa que todo motorista debería recorrer, preferiblemente subiendo, como yo hice ese día, desde Marmolejo hasta Cardeña, cruzando el corazón del Parque Natural de las Sierras de Cardeña y Montoro. Aunque lo he recorrido mil veces, siempre suelo ir en grupo y rapidillo, así que aproveché que iba sólo y paré en varias ocasiones a tomar fotos. Es un paisaje suave, que alterna pinar, dehesas y bosque mediterráneo.

    Parque Natural Sierra de Cardeña y Montoro (Córdoba).
    La A-420, que cruza el Parque, es un regalo para el motorista.

    Entre unas cosas y otras se me iba escapando la mañana y quería llegar a casa para hacer la comida de Reyes en familia, así que desde Cardeña bajé a Montoro rápido y veloz por la N-420. La N-420, es, seguramente, mi carretera favorita. Es de las carreteras más largas del país, con más de 800 kilómetros en dirección noreste desde Córdoba hasta Cataluña, pasando por Castilla-La Mancha, Valencia  y Aragón. Siempre que voy a Aragón, Cataluña o Francia, subo y bajo por la N-420, una carretera antigua pero bien conservada, con poquísimo tráfico, y que en su tramo más sureño atraviesa Sierra Morena y Sierra Madrona y en la zona central, al sur de Teruel, atraviesa zonas tan despobladas, que estás kilómetros y kilómetros sin ver a nadie. Alguna vez he oído que es la carretera más peligrosa de España, pero la verdad, a mí no me lo parece.

    Desde Montoro, unos kilómetros de autovía y en Córdoba. Pasé por casa para quitarme el traje de moto y me fui a casa de mi madre donde mis padres, mi mujer y mis hijos, me esperaban con la mesa puesta y una fantástica comida de Reyes, en la que además del pavo, no faltaban mis caprichos favoritos como el salmón marinado, el paté de jabalí y el cava. La mejor guinda para un viaje fantástico.

    Comida de Reyes en familia.
    Comida de Reyes en familia II. Un final de viaje perfecto.

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  • La ruta de las 4.140 curvas. De Málaga a Jaén cruzando la Cordillera Penibética.

    A las 7h salí a la calle bien abrigado, aún vestido de civil, buscando un buen café, y a fé mía que lo encontré. A unos 200 metros del Hotel Baviera, cruzando la Avenida Ricardo Soriano y hacia abajo, encontré, aún de noche, una pequeña cafetería con terraza, en la que servían churros. Yo preferí unas tostadas con aceite y tomate, y dos cafés sólos, servidos en tazita, oscuros, fuertes, densos y cremosos, el mejor inicio posible para un largo día.

    La ruta 44 arranca en Málaga y yo pernocté en Marbella, así que decidí cubrir esa pequeña distancia por la Autovía del Mediterráneo, para empezar mi ruta cuanto antes.

    No sólo yo había descansado bien, también la moto, que agradecida por el confort del garaje del hotel arrancó a la primera con sólo mirarla.

    El trayecto de Marbella a Málaga son 60 kilómetros, que si los haces por la Autovía del Mediterráneo en dirección este, vas totalmente pegado al mar, sobre todo en el primer tramo hasta Fuengirola, a diferencia de la Autopista AP7 que va por el interior. Aunque son pocos kilómetros, son unos 50 minutos de trayecto por el límite de velocidad, un delicioso paseo, a primera hora de la mañana, con un cielo limpio y soleado y un mar en calma. Los malagueños estarán acostumbrados, pero para los que somos de interior, resulta un espectáculo formidable.

    Desayuno en Marbella.

    La ruta 44 son más de 4.000 curvas, a lo largo de 4 provincias. Poco más de 200 kilómetros que dan para 8 horas de moto, cruzando la Cordillera Penibética, con 3 sectores: primero Los Montes de Málaga, con el Puerto del León (960 m.), la Axerquía, y el Puerto de los Alazores (1.028 m.). Después, Un olivar gigante,  por Loja (Granada), Puerto de Ventorros de Zagra (900 m.), y Alcalá la Real (Jaen). Y finalmente, La Sierra Sur  de Jaén.

    El primer sector sale de la ciudad de Málaga por la A-7000, enseguida comienzas a coger altura por una carretera de montaña, sinuosa pero sin curvas demasiado cerradas, ancha y con firme perfecto, una carretera que si quieres, te permite ir bastante rápido. Yo fui tranquilo, disfrutando del paisaje con la montaña a un lado y el mar al otro. Hice la primera parada en el Puerto del León (960 m.), donde hice un pequeño vídeo. Vistas  increíbles del mar, a lo lejos y abajo, el mar confundido con el cielo, y un poco a la derecha la gran ensenada con la ciudad de Málaga. En el puerto hay una cortijada y creo que una Venta, aunque yo sólo paré unos minutos en la carretera.

    Puerto del León (900 m). Abajo a la derecha la ensenada de Málaga.

    Después, la carretera continúa igual, el mar se va dejando atrás, y el paisaje de montaña es muy bello, llegando unos 40 km después al Puerto de los Alazores (1.028 m.). Este puerto está justo en el límite entre las provincias de Málaga y Granada, en plena Axerquía. A pesar de su elevación no tiene grandes vistas, porque la carretera se encuentra flanqueada por dos montañas. Sin embargo es un lugar agradable, por lo que paré allí a tomar un café de camping gas y comer alguna fruta, estuve charlando un rato con un ciclista que coronó el puerto unos minutos después que yo, y pude saludar a un par de mozas que corrían por allí.

    Nubes bíblicas. Entre el Puerto del León (900 m) y el Puerto de los Alazores (1.028 m).
    Puerto de los Alazores (1.028 m) en la Axarquía. Justo en el límite entre Málaga y Granada.

    Un olivar gigante, es el siguiente sector, que nos lleva, en primer lugar, hasta Loja, aún por zona montañosa. Loja me  gustó, un pueblo grande con mucho frío, cuestas y bonitas vistas. Sales de Loja por la A-4154, y vas buscando el Puerto de los Ventorros de Zagra (900 m). Me costó localizar el puerto, a la altura de Zagra paré en medio del campo, donde había un apeadero de bus con dos señores mayores que tomaban el sol y charlaban. De fondo se oía el barear de la cosecha de la aceituna. Me fumé un cigarro con ellos, me dijeron que ya había pasado el puerto, y al yo preguntarles, me aclararon que seguramente no estaba señalizado. Dudé unos instantes si volver sobre mis pasos, un lujo que te puedes permitir cuando viajas por placer, pero ante el panorama de la ausencia de señalización, decidí seguir mi camino.

    Buscando (inútilmente), el Puerto de los Ventorros de Zagra (900 m).

    Poco después la ruta te conduce al oeste, entrando en la provincia de Córdoba a través de Almedinilla. Sin embargo, como buen cordobés he estado muchas veces en Almedinilla, por lo que decidí continuar por la GR-3410 hasta Montefrío, y desde allí entrar en la provincia de Jaen por Alcalá La Real, con su impresionante Castillo de La Mota, en todo lo alto. Los castillos no me atraen especialmente, pero este, contemplado desde abajo en toda su inmensidad, es una imagen muy poderosa, e incluso le tomé varias fotos desde distintos lugares.

    Castillo de la Mota, en Alcalá La Real (Jaén)

    Toda esta zona, Zagra, Montefrío, Almedinilla, Alcalá La Real, es, en efecto, un olivar gigante, que además atravesé a principios de enero, es decir, en plena campaña de la aceituna, con profusión de tractores y vehículos con remolques entrando y saliendo de los olivares, para llevar la aceituna a los molinos. Además del tráfico lento, la calzada está embarrada y con restos de aceituna machacada, por lo que se debe circular despacio y concentrado. Cosa que yo hice, parando además con cierta frecuencia para tomar fotos del olivar nevado, un espectáculo poco frecuente.

    Olivos con nieve.

    Y después de Alcalá La Real, se va entrando poco a poco en el último sector de la ruta, La Sierra Sur de Jaén, una sierra formidable y poco conocida, al igual que otras sierras jiennenses como Sierra Mágina o la parte andaluza del Parque de Despeñaperros, sierras todas mucho menos conocidas que el gran monumento natural de Jaén, la Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas. Desde Alcalá La Real hasta Castillo de Locubín, está bien, pero nada del otro mundo, monte bajo y olivar de montaña. Después, desde Castillo de Locubín hasta Valdepeñas de Jaén la zona va siendo poco a poco más montañosa.

    Aproximándonos a la Sierra Sur de Jaén

    Llegué a Valdepeñas de Jaén sobre las 15:30 ó 16:00h y paré a comer en el campo, cerca de la entrada del pueblo, aprovechando unos bancos de madera en un pequeño mirador, junto a una vía verde por la que de rato en rato, pasaban las mujeres del pueblo, paseando en grupo. Camping gas, lata de albóndigas, café con leche, frutita y cigarrillo. Mi habitual rancho de combate. En media hora estaba como nuevo y con más ganas de moto, además de que me quedaba por delante la parte más montañosa del sector y en realidad de toda la ruta 44, por lo que recogí rápido y seguí la marcha.

    Parada para comer en Valdepeñas de Jaén

    Nada más salir de Valdepeñas de Jaén, la carretera se vuelve mucho más extrema, carretera estrecha y revirada y sin pintar. El paisaje era agreste y con grandes montañas y mucha roca. No había nada de tráfico y no paraba de subir por esa pequeña carretera, flanqueada, cada vez a menos distancia, por rocas y nieve. La nieve se fue acercando y acercando, hasta que llegó un momento en que la carretera transcurría por zona completamente nevada. Hubiese querido parar a hacer fotos, pero yendo sólo, siendo más de las 17h y sin nada de sol, no quise apurar la tarde por miedo a las heladas, y seguí adelante, prometiéndome que tendría que volver pronto por esas carreteras, con más tiempo y más horas de luz por delante.

    En la zona de Valdepeñas de Jaén.

    A partir de un punto se inicia un leve  descenso y después llaneando, te vas aproximando a la ciudad de Jaén, entonces la carretera se ensancha y ahora sí, sabiendo que había pasado la parte montañosa, paré a tomar un par de fotos de la sierra sur de Jaén, imponente bajo la nieve, con las últimas luces de la tarde.

    Entre Valdepeñas de Jaén y Jaén. La Sierra Sur al fondo.
    Entre Valdepeñas de Jaén y Jaén. La Sierra Sur al fondo.
    Sierra Sur de Jaén.

    Poco después llegué a la ciudad y fui directo a la zona más alta, el Castillo de Santa Catalina, que ofrece las mejores vistas de la ciudad, desde la altura del castillo, en el que hay además un parador nacional. Allí grabé un pequeño vídeo contándole la ruta a mis compañeros del Komando Kalifa, y después entré en el parador para descansar un poco, tomar un café, y entrar en booking para reservar hotel.

    Jaén desde el Castillo de Santa Catalina.

    Ya había estado antes en el parador, varias veces, la primera en los años 90, acompañando a mi amigo Alesdair Fotheringam, periodista deportivo que iba a entrevistar a Manolo Sáiz, entonces director del equipo ciclista ONCE. Siempre que voy al parador de Jaén me acuerdo de aquel día. Encontré el parador algo inhóspito, había coches y algunos clientes, pero en los salones de la cafetería, impresionantes como siempre, no había casi nadie, y tuve que esperar un buen rato hasta que apareció un camarero. Además, siento decir que no olía bien en el parador, extraño pero cierto. Me tomé el café en la terraza, fumando y buscando hotel, elegí el Hotel Xauen, reservé, pagué mi café, y rumbo al hotel.

    Navidad en el Parador Nacional de Jaén.

    Llegar al hotel fue una auténtica tortura. El Xauen está en pleno casco histórico, en una plaza peatonal muy cerca de la catedral, y además era día de reyes y las calles estaban repletas de gente, sin ningún miedo al virus, y con muchas ganas de comprar garrapiñada en los puestecillos y beber cuba-libres en las terrazas, con unas estufas enormes que estaban por todas partes. Llegar al Xauen fue una odisea, y llegar al hotel sin infligir las normas de tráfico, después de tres intentos (con sus correspondientes vueltas a la ciudad hasta volver al mismo sitio), me pareció imposible, por lo que acabé parando junto a un grupo de policías locales que muy amables, me explicaron como llegar al parking de mi hotel, que como imaginaba, estaba a 200 metros en plena zona peatonal, con acceso prohibido, pero permitido a clientes.

    Del Hotel Xauen, lo siento, pero no puedo hablar bien, no es que me estafaran, tampoco es eso, pero no recuerdo ni un detalle especialmente agradable, creo que el Hotel Baviera de Marbella había dejado el listón demasiado alto. Por lo pronto, el parking no estaba en el hotel, sino que se trataba de unas plazas reservadas en un parking privado, al otro lado de la plaza. Además, en vez de darme una tarjeta de acceso que es lo normal, me dieron un mando y una llave que colgaban de un llavero de dos kilos, no vaya a ser que se me olvidara devolverlo… Después de aparcar la moto y cruzar la plaza cuatro veces para traer mi equipaje, el señor de recepción, me sometió a un checking de un cuarto de hora, que aguanté ahí, sin protestar, de pié, cansado, sin entender muy bien porqué no me dejaba de una vez en paz para irme a la ducha. Finalmente me dió las llaves de mi habitación, y me explicó que la calefacción realmente funcionaba, que parecía que no, pero que era que sí, sólo que desde que yo le daba al botón del mando hasta que empezaba a funcionar, pasarían unos quince minutos. En fin, para que no me impacientara. Ya en la primera planta me encontré con un pasillo largo y estrecho  con las paredes empapeladas a todo color, con imágenes fluorescentes, refrescantes, juveniles… fresas estallando de frescor, manzanas ácidas y jugosas, gotas de agua empapándolo todo de juventud y optimismo. Entre fresa y manzana una puerta castellana y dentro, una habitación pequeña y estrecha, un cuarto de baño de piso de estudiantes sin reformar, eso sí, limpísimo, todo hay que decirlo. Un mueble bar sin nevera, sólo el mueble. Un mando de tv del mundial 82, y creo que incluso moqueta. Reconozco que estaba un pelín de mala leche por lo mal que había elegido el hotel, pero bueno, eso no iba a torcerme el día. Me dí una ducha, y me tumbé a ver el Linares – Sevilla FC de Copa del Rey. Después salí a la calle para buscar un súper en el que compré algo de pan, leche y fruta, y me volví al hotel. Cené en la habitación pan con queso payoyo y fruta, y subí a la terraza del hotel a fumar contemplando la catedral iluminada en la noche. El hotel tiene un solarium con 4 ó 5 hamacas y una ducha en la esquina.

    La Catedral de Jaén, desde el lunarium del hotel Xauen.

    Después bajé a la habitación y estuve eligiendo la ruta para el día siguiente. Tardé un buen rato en decidirme así que salí otra vez a fumar antes de acostarme. Esta vez bajé a la calle, ahora desierta, con camareras que recogían las mesas y las sillas que unas horas antes llenaban la plaza, convirtiéndola en un bulevar, ahora vacío, con las estufas de butano como piezas de ajedrez de un tablero gigante. Volví a la habitación y me dormí.

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  • De Barbate a Marbella: historia de una avería en ruta.

    Me levanté muy temprano porque quería ir a la Playa de la Yerbabuena, tomar algunas fotos con las primeras luces del día, desayunar en algún sitio con vistas, y luego volver al hostal para cargar la moto y seguir viaje. Así que me vestí de civil y bajé a la calle. Afortunadamente encontré mi  moto donde la dejé y con un aspecto intacto. Como era de esperar por el frío de enero, la humedad de la costa y el relente de la noche, la moto no arrancó. Insistí un par de veces y nada, hacía intento pero no lo conseguía. Le conecté el arrancador portátil a la batería pero nada, igualmente lo intentaba y no lo conseguía. Así que me resigné, para entonces las primeras luces se habían convertido en una mañana en toda regla, así que me dirigí a la cafetería del hostal, pedí un café y unas tostadas, y me puse cómodo para hablar con Mapfre. Fue espectacular, la grúa, que tenía su base muy cerca del hotel, llegó en 5 minutos. La cafetería-tapería del hostal estaba atendida por un equipo joven y muy amable, uno de los chicos era también motorista y se ofreció a empujarme. Le expliqué que mi moto cargada a tope y con el tanque lleno, debía rondar los 300 kg, gracias, pero mejor esperar a la grúa. El chico de la grúa conectó su arrancador, mucho más grande y potente que el mío, pero el resultado fue el mismo, nada. Repitió la operación varias veces y finalmente, decidimos llevar la moto al taller más cercano, que además estaba a 200 metros del hostal. Motos Ciguerilla, me trataron de lujo. Dejaron lo que estaban haciendo y se pusieron con mi moto del tirón. Se quedaron con mi móvil y me dijeron que en una hora me dirían algo, así que me volví al hostal y me tumbé un rato en la habitación. Poco después me llamaron para decirme que no sabían qué le pasaba a la moto, que la batería tenía carga y el motor de arranque funcionaba, y que siendo yo de fuera no les parecía desmontar la moto y ponerse a investigar, por lo que recomendaban volver a llamar a la grúa, y llevar la  moto a un servicio oficial. Otra vez a la cafetería, más café, y ví en internet que los concesionarios Triumph más cercanos estaban en el Puerto de Santa María en dirección oeste, y en Marbella en dirección este. Como mi viaje continuaba hacia el este elegí Marbella, hablé con ellos, les expliqué lo que me pasaba, y me dijeron que ok, que montara la moto en la grúa y en cuanto llegara se ponían con ella. Motos Siebla, concesionario oficial Triumph, Ktm, Suzuki, Harley Davidson, Indian y Polaris, casi nada. Todo un detalle, teniendo en cuenta cómo funcionan las reservas y los tiempos en los concesionarios oficiales.

    Desayuno en Barbate con café turbo.

    Ya en Motos Ciguerilla volví a hablar con Mapfre, les pedí otra grúa y un taxi para ir a Marbella, tuve que explicarles por qué necesitaba una segunda grúa y hablaron con el propietario del taller para confirmar, pero no me pusieron ningún problema, al contrario, en 20 minutos tuve allí la segunda grúa y el taxi. El propietario de Motos Ciguerilla me trató genial, revisó mi moto, me dejó hacer todas las gestiones desde su taller, entré al baño, cargué el móvil… en fín, como en mi casa, y no quiso cobrarme nada, incluso me dijo que lamentaba no haberme podido ayudar más. – Coño, ¿todavía más?, le dije yo. Un buen tipo.

    Así que Mapfre se quedó con la moto y yo me monté en el taxi y salimos para Marbella. El taxista era un señor del pueblo, muy simpático, con un Mercedes con 9 años y 800.000 kms que estaba como nuevo, salvo por un quejío que se oía en las curvas, porque le había cambiado recientemente las zapatas, y cada vez que girábamos y sonaba la zapata, él pegaba un respingo y a mi me daba un susto gritando – ¿dónde suena, alante o atrás?. Fue un buen trayecto hablando de sus viajes por toda España, y disfrutando del paisaje por la ventanilla, las vacas retintas, los prados verdes, los campos eólicos, y el mar, tomé algunas fotos desde el taxi.

    Desde el taxi entre Barbate y Marbella.

    Ese día tenía que haber recorrido  el final del primer sector de la ruta 47 (Barbate con la Playa de La Yerbabuena y Zahara de los Atunes), y el segundo sector completo, la carretera del Estrecho, recorriendo Tarifa, Puerto del Cabrito (340 m), Puerto del Bujeo (330 m) y finalmente Algeciras, para posteriormente enlazar con Málaga e iniciar la ruta 44. Sin embargo, eran las 14h y ya me había resignado al cambio de planes, por rápida que fuera la reparación, tendría que hacer noche en Marbella y seguir al día siguiente. Le comenté al taxista la situación, y le dije que lo que más lamentaba era no visitar El Balcón del Estrecho, un mirador formidable situado cerca de Algeciras, entre los puertos del Cabrito y El Bujeo. Tal vez, cuando vuelva al Restaurante Trafalgar y al Parque de la Breña, me asome también por este sitio. Media hora después, para mi sorpresa y sin yo pedirlo, el taxista estaba aparcando el taxi. – Pues esto es el Balcón del Estrecho, date una vuelta, tómate tu tiempo, y cuando quieras, me lo dices y seguimos. El sitio es impresionante, igual que la gente de Cádiz, yo no sé qué tiene el aire, pero la simpatía y relajo de la gente de esa tierra es espectacular. Yo siempre he dicho que lo mejor de Andalucía en Cádiz, sobre todo por su gente. El Balcón del Estrecho es uno de los pocos lugares del mundo desde los que puedes divisar, con total claridad, dos continentes al mismo tiempo. Las vistas son grandiosas, con el mar, el cielo, África al frente, y detrás y a los lados las montañas con sus grandes hélices. Fumé un rato disfrutando del sitio, e incluso cambié unas palabras con un motorista que tomaba café, sólo, en el mirador, junto a una bonita Café Racer.

    El Mirador del Estrecho. Café con vistas.
    El Mirador del Estrecho. África desde Europa.
    El Mirador del Estrecho. África desde Europa II.

    Ya en el taxi, reservé habitación en el Hotel Baviera, junto a Triumph. Poco después el taxista me dejaba en la puerta del concesionario, eran las 15:30h, abrían a las 16h y mi moto estaría apunto de llegar, así que entré a toda prisa en el Dragón Marbella, restaurante chino junto al concesionario, donde la propietaria en persona me sirvió un menú del día abundante y rico, un café aceptable, y una botella de agua con gas.

    A las 16h en punto, estaba en la puerta del concesionario, que ocupa dos esquinas: en una están las Triumph, y en otra las Harleys y las Indian (las Ktm y las Suzuki o no estaban o no las recuerdo). Me demoré un buen rato viendo toda la gama Triumph, flamantes, espectaculares. Tenían, por supuesto, la última versión de mi moto, la Triumph Tiger 1050 Sport, que seguramente será mi próxima moto… espero que dentro de muchos años. No sé si por la hora, o por la pandemia, pero me llamó la atención que las dos exposiciones estaban atendidas por una única persona, que iba y venía según necesidad, necesidad que a las 16h era poca. Me presenté y me llevé un disgusto, porque no sólo no estaba al tanto, sino que además el taller lo tenían en otro sitio, en un polígono industrial a 2 km de distancia. No me lo esperaba y no me sentó bien, eso tenían que avisarlo en su web, o al menos haberme advertido cuando hablamos por teléfono. En fin, llamé a la grúa para informarle del nuevo destino y me dispuse a coger un taxi, pero no fue necesario, porque el chico de la grúa se prestó a recogerme, y un rato después, por fin llegamos juntos al taller. Un taller descomunal, con una zona de espera agradable, con dulces y agua mineral gratuita para los clientes, y un jefe de taller joven y menudo, hipersimpático e hiperenergético, todo un relaciones públicas, que me atendió a las mil maravillas.

    Entraron la moto, le dieron al botón, y la moto arrancó a la primera. Le metieron la máquina de diagnosis y no daba ninguna avería. Se la quedaron una hora y media en observación. Durante ese tiempo yo tomé un café y me fumé un cigarro, y ellos arrancaron la moto en frío y en caliente hasta treinta veces, y siempre arrancó a la primera. Así que al final me la entregaron, no me cobraron nada por el tiempo de los mecánicos, sólo 20 eurillos por la diagnosis, e incluso me dijeron que si por la mañana no arrancaba, iban a recogernos con una furgoneta.

    Árbol de Navidad mecánico en Motos Siebla (Marbella).

    Ya era de noche y me fuí directo al Hotel Baviera, un hotel moderno y elegante en el centro de Marbella que me encantó a primera vista, seguro que vuelvo. Metí la moto en el garaje del hotel, hice un checking rápido, y me encontré en una habitación fantástica, amplia, con una cama enorme, con minibar y suelo de madera. Después de una larga ducha comí algo en la habitación y no quise salir, estaba cansado después de más de doce horas en la calle entre talleres, bares y taxis. Además, la habitación tenía una terraza con mesa, cenicero y butacas, en la que fumé después de cenar, relajándome tras un día tan largo, creo que ví algo en la tele, y me dormí enseguida.

    Mi habitación en el Hotel Babiera (Marbella).

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  • Los pueblos blancos de las sierras de Cádiz, y una costa virgen azotada por el viento.

    Por la mañana el campo estaba precioso, pero con una helada importante. Después de un largo desayuno cargué la moto, y a pesar de que me habían permitido aparcar debajo de un porche, como era de esperar la moto no arrancaba, por lo que tuve que tuve que conectarle el arrancador. Por delante tenía la ruta 45, después un recorrido de enlace, y finalmente la ruta 47.

    La ruta 45 recorre los pueblos blancos de las sierras de Cádiz, desde Arcos de la Frontera (Cádiz) hasta Ronda (Málaga), pasando por el Bosque, Benamahoma, el Puerto del Boyar (1.103 m) y Grazalema, pero yo la hice justo a la inversa, puesto que la noche anterior había pernoctado en Ronda.

    El primer sector, desde Ronda hasta Grazalema en suave ascenso, es el mejor de la ruta. Además lo recorrí extremadamente despacio, ya que a pesar de ser las 10:30h de la mañana y con el sol ya alto, hay muchos tramos de umbría con bosque cerrado y encontré bastantes puntos de hielo en la calzada. Fuí despacio y paré un par de veces a hacer fotos, la última en un parking de caravanas, justo debajo de Grazalema, con una vista espectacular. En Grazalema paré en pleno centro para comprar medio kilo de Queso Payoyo, un queso artesano típico de esta zona que está riquísimo,  Grazalema me encanta, he ido varias veces y no me canso.

    Comprando queso payoyo en Grazalema.

    El segundo sector atraviesa la Sierra de Grazalema, que es la primera barrera seria con la que chocan los vientos de poniente procedentes del Atlántico, motivo por el que en estas sierras llueve tanto como en Galicia, aunque en este viaje, me tocó un día despejado con un sol espléndido. Hice una parada en el Puerto del Boyar (1,103 m), donde estuve un buen rato contemplando el inmenso  Valle entre las montañas. Después la ruta continúa por carretera de montaña a través de Benamahoma y El Bosque. 

    Puerto del Boyar (1.103 m.)

    Finalmente en el tercer sector, desde el Bosque hasta Arcos de la Frontera, la carretera se ensancha con dos carriles pintados y curvas abiertas que te permiten relajarte. En cuanto a Arcos de la Frontera, aunque había leído que es paradigma de los pueblos blancos de Cádiz, encontré una población grande y llena de gente. Lo mejor fue el segundo desayuno, sentado en un banco, en un pequeño parque a la entrada, entre el embalse y el pueblo, con buenas vistas, mucha calma y un sol fantástico. Yo soy como los Hobbits, nunca perdono el segundo desayuno.

    Segundo desayuno en Arcos de la Frontera.

    Para enlazar el final de la ruta 45 (Arcos de la Frontera), con el principio de la ruta 47 (Conil de la Frontera), le pedí al Tomtom Rider que me hiciera una ruta vertiginosa, seleccionando nivel 2 en curvas y nivel 2 en montaña. El resultado fue una auténtica aventura, un recorrido formidable por un sin fin de aldeas y cortijadas: Jédula, José Antonio, La Barca de la Florida, Mesas del Corral, Torrecera, Paterna de Rivera, Huelvacar, Medina Sidonia, Cortijo de Pocasangre, Cortijo del Lobo, Cortijo El Huerto, Los Naveros, La Florida, y por fin Conil de la Frontera. Cerca de Junta de Los Ríos el Tomtom me hizo una gracia y me metió por una pista sin asfaltar, fueron 10 ó 12 kilómetros por caminos rotos entre cultivos, sin cruzarme con nadie, ni siquiera con vehículos agrícolas porque era Domingo. El paisaje estaba chulo y yendo despacio la pista no entrañaba mayor dificultad, incluso con una moto 100% de carretera como la mía, pero no lo disfruté mucho por la incertidumbre de no saber cuánto iba a durar y en qué iba a acabar aquello, y porque no paraba de pensar cómo coño le iba a explicar a la grúa dónde estaba si pinchaba, y eso contando con que tuviera cobertura móvil… Finalmente, un rato después regresé al asfalto, reconozco que con cierto alivio. No le hago ascos a un poco de caminos, pero la tierra mejor en compañía, por seguridad.

    En este tramo de enlace, hice algunas fotos de Medina Sidonia en la distancia, y también de los campos eólicos, siempre me han fascinado esos mástiles con hélices gigantes, sembrados en el prado, rodeados de vacas retintas que pastan tranquilas. Una imagen muy de Cádiz.

    Entre Arcos de la Frontera y Medina Sidonia.

    Llegué a Conil de la Frontera cansado y hambriento, y fui derecho a buscar  la Playa de los Bateles, para comer y descansar. Me senté en un banco junto al mar, en una pequeña plaza de la que salía una pasarela que se adentraba en la arena, muy cerca de unos chicos que surcaban el cielo con ultraligeros. Comí tranquilo, café y cigarro, ratito de sol, y listos para comenzar la ruta 47.

    Playa de los Bateles. Conil de la Frontera.

    Esta ruta nos lleva desde Conil de la Frontera hasta Algeciras, pasando por dos sectores. El primer sector, Vejer y las Grandes Playas, comprende: Conil de la Frontera, Vejer de la Frontera, Los Caños de Meca, Barbate y Zahara de los Atunes. El segundo sector, La Carretera del Estrecho, recorre Tarifa, Puerto del Cabrito (340 m), Puerto del Bujeo (330 m), y finalmente Algeciras.

    El plan original era hacerla entera y dormir en Algeciras o tal vez un poco antes en Tarifa. Sin embargo ese día, 3 de enero, un amigo me avisó de que la autoridad sanitaria había decretado el cierre perimetral de todo el Campo de Gibraltar, por la virulencia de la pandemia en esta zona, y porque se entendía que el flujo de ciudadanos ingleses a través de Gibraltar, era un riesgo para el contagio de la cepa británica del virus. En esta ruta, el último pueblo costero antes de entrar en el Campo de Gibraltar es Barbate, así que decidí hacer lo que podía, es decir, continuar con mi ruta hasta Barbate y hacer noche allí, para al día siguiente atravesar el Campo de Gibraltar sin parar, en tránsito hacia Málaga, desde donde partía la ruta prevista para el día siguiente. Así que en la sobremesa (o sobrebanco), en la Playa de los Beteles, me metí en Booking, reservé habitación en un hostalito de Barbate y arranqué la moto.

    En el primer sector, están las playas más salvajes del sur de España, frecuentadas por  hippies y modernillos de ciudad (yoga, gato, bicicleta), con una importante oferta fiestera. Las mejores son las de El Palmar, Los Caños de Meca, y La Yerbabuena.

    Se sale de Conil por una carretera secundaria rodando en paralelo a la Playa del Palmar, que estaba espléndida y soleada. Aunque había bastante gente, al ser una playa tan grande era fácil estar tranquilo y alejado, así que paré un buen rato a fumar y contemplar el mar. La carretera sigue hasta Los Caños de Meca, pero antes se coge un desvío a la izquierda para subir hasta Vejer, un pueblo que me encanta, por su situación elevada y su aire morisco. Hice algunas fotos desde sus miradores, y después busqué el Restaurante Trafalgar, que al menos en 2010, cuando se publicó el libro España en Moto, era propiedad de su autor, Pedro Pardo, así que quise pasar a tomar un café, saludarlo y que me firmara el libro, pero lo encontré cerrado, no sé si por la hora avanzada de la tarde o por la pandemia, y lo único que pude hacer fue tomar un par de fotos a la moto en la puerta del restaurante, que eso sí, sigue en su sitio. Volveré a intentarlo en un próximo viaje.

    Restaurante Trafalgar. Vejer de la Frontera.

    Después vuelta al mar buscando Los Caños de Meca. Lo encontré llenísimo de gente como si fuera verano, y con mucha más densidad urbanística de como lo recordaba, hace ya bastantes años, en un viaje anterior. Así que paré apenas 15 minutos para beber, y fumar un cigarro justo al final, donde arranca el sendero que conduce a la playa nudista. Y finalmente vuelta a la moto para hacer el último trayecto del día y sin duda uno de los mejores, a través de la pequeña carretera, estrecha pero bien asfaltada, que lleva hasta Barbate, cruzando el Parque Natural de la Breña y las Marismas de Barbate, una zona de bosque muy denso sobre la arena de una duna gigante junto al mar. En el recorrido paré un par de veces a hacer fotos, y me quedé con las ganas de pasar un rato en alguna de las áreas recreativas del parque, pero eran ya las 18h y quería llegar a Barbate de día. Cuando vuelva al Restaurante Trafalgar, también volveré al Parque de la Breña.

    Parque Natural de la Breña. Entre Caños de Meca y Barbate.

    Barbate es un pequeño pueblo de pescadores, famoso por la industria del salazón, las almadrabas de atún y el tráfico de hachís, y la Playa de la Yerbabuena es famosa por su belleza. Al llegar tarde, busqué el hotel para alojarme, con la idea de salir más tarde a cenar un buen atún en el puerto, y visitar la Playa de La Yerbabuena por la mañana temprano, antes de seguir viaje. La primera impresión del Hostal Barbate fué nefasta, una fachada sucia con una puerta despintada bajo unas banderas roídas, desteñidas y deshilachadas, que hicieron temerme lo peor. Además, el hostal no tenía parking y en la gasolinera me explicaron que en Barbate no había ningún parking público, por lo que tuve que dejar la moto aparcada en la calle, eso sí, al menos, en la misma puerta del hostal, lo que viendo la fachada no sabía si era una buena noticia o todo lo contrario. Como llegué después de las 17:00h no había nadie en recepción y tuve que recoger mi llave de una cajita de seguridad al más puro estilo Airbnb. Además la cafetería del hostal estaba cerrada y en general, la mayoría de bares y comercios lo estaban también. Todo un poco sobrecogedor. Sin embargo, para mi sorpresa, me encontré una habitación y un baño limpios y confortables, con una estupenda cama y una TV, calefacción y ducha, que funcionaban adecuadamente, qué más se puede pedir por 30,00€, ya empezaba a darme igual lo de las banderas.

    Hostal Barbate.

    Sobre las 20:00h salí a cenar, y andé el kilómetro largo que separa el hostal del puerto, a través de la Avenida del Mar, en la que todo estaba cerrado, salvo algunas tiendas pequeñas en las que se vendía de todo un poco (aproveché para comprar kleenex), se hacían bocadillos calientes y se servían bebidas bajo la luz triste y escasa de tubos fluorescentes, con un público principalmente magrebí. 

    Cuando llegué al puerto no encontraba nada y me acerqué a un grupo de chicos que fumaban en la esquina de un parqué, me orientaron un poco y encontré el paseo marítimo, donde sin duda se encontraba toda la gente del pueblo que no estaba en su casa. Todo eran bares de copas y al final, una camarera me recomendó un sitio cercano para cenar, que resultó ser un gastro bar más sólo que la una, y con una carta muy rarita, pero era tarde y quería cenar, así que allí me quedé. No tenían salazones ni el atún de almadraba que yo quería, pero me sirvieron una carrillada sobre puré de patatas, de las mejores que he probado nunca, así que bien está lo que bien acaba, servido además con un excelente pan de hogaza y buen Ribera del Duero. Para el regreso, decidí evitar la aburrida Avenida del Mar y me fui callejeando por el barrio que separa la avenida de la playa, todo absolutamente vacío, y me encontré por sorpresa con la Calle Real, una preciosa calle peatonal, pequeña, con macetas en la calle en la puerta de todas las casas. Según Google Maps cerca quedaba el Riverside Jazz Bar y estuve tentado, pero al día siguiente seguía mi viaje así que me fuí al hostal, y dormí de tirón hasta las 7 de la mañana.

    Calle Real. Barbate.

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  • De Algodonales a Ronda por Jimena de la Frontera

    Para empezar este blog, nada mejor que contaros mi primer viaje en solitario. Tras varios años viajando en grupo, hace justo un año, entre los días 2 y 6 de enero de 2.021, inicié un viaje en solitario  de 5 días, por las sierras y costas de Andalucía central. Fue un viaje fantástico que os iré contando en los próximos días.

    La numeración de las rutas, es la que establece Pedro Pardo en su libro “España en Moto”, Anaya Touring Club, 2010.

    El viaje empezaba en Córdoba, por lo que tuve que hacer un enlace Córdoba – Algodonales. Fuí por la antigua nacional de Sevilla hasta Lora del Río, y desde allí carreteras secundarias por Carmona, Arahal, El Coronil y por fin Algodonales después de 193 kms tranquilos. En Lora del Río desayuné muy bien en un bar, creo que se llamaba El Rancho. La propietaria, que atendía la cocina, me estuvo contando que su marido y ella eran del MC Mescaleros de Barcelona, y se habían venido a Lora del Río para montar el bar, supongo que emigrantes retornados. El desayuno muy rico y la chica muy amable y además motorista, así que es probable que vuelva por allí.

    En Algodonales, inicié la Ruta 46, que consta de tres sectores: la sierra de Grazalema, Los Alcornocales y la serranía de Ronda.

    El primer sector son 53 kilómetros pasando por Algodonales, Zahara de la Sierra, Puerto de las Palomas (1.331 m), Grazalema y Ubrique. Zahara es bonita, montada en un cerro y coronada por un  castillo, con miradores sobre el embalse, en el que paré a fumar y revisar la ruta que tenía por delante, para estar atento a los puntos de interés. Para mí, lo mejor de este sector fue la subida desde Zahara hasta el Puerto de las Palomas, una auténtica escalada con curvas cerradas y precipicios, hasta alcanzar los 1,331 m de altitud del puerto, en el que hay un pequeño aparcamiento, y a 50 metros a pié, un fantástico mirador elevado sobre un amplio paisaje de sierras y valles hasta el lejano horizonte. Esta es una parada muy recomendable.

    Puerto de Las Palomas (1.331 m)

    Desde el puerto, se inicia el descenso hasta Grazalema con unas vistas prodigiosas, y se sigue descendiendo hasta Ubrique.

    A partir de Ubrique, se inicia el segundo sector de la ruta, que nos lleva hasta Jimena de la  Frontera, a lo largo de 59 kilómetros, cruzando un flanco del Parque Natural de los Alcornocales, el bosque de alcornoques más grandes de Europa, y el segundo más grande del mundo. Antes, se pasa por el Puerto de Galis (417 m), en el que hay una venta, aunque yo no paré porque estaba demasiado llena, incluido un grupo de Harlistas. Cruzar el Parque de los Alcornocales fue el segundo gran momento del día, impresiona una naturaleza tan agreste y solitaria, en la que no te cruzas con ningún vehículo. En vez de la venta del Puerto de Galis, paré la moto a mitad de camino entre el puerto y Jimena de la Frontera, y me calenté una fabada y un café en medio del bosque, el mejor restaurante del mundo, en un silencio absoluto.

    En Jimena de la Frontera se inicia el último sector, que te lleva hasta Ronda recorriendo su serranía a través de 60 kilómetros. Enseguida se pasa de Cádiz a Málaga, y la carretera, aunque sinuosa, se ensancha y se vuelve más rápida y relajada, lo que se agradece a estas alturas de la ruta. Hasta Ronda se coronan dos puertos, el primero es el del Espino (800 m), en el que paré un buen rato a fumar, a elegir hotel en Booking, y a contemplar el paisaje, con el sol casi poniéndose sobre las sierras, que desde el puerto, van descendiendo  hasta el Estrecho. Después, pueblecitos blancos que crucé ya algo cansado, escuchando en Canal Sur el Sevilla – Betis: Gaucín, Algatocín, Benadalid y Atajate. A continuación el Puerto de las Encinas Borrachas (1.000 m) en el que no paré porque  estaba cansado, y finalmente Ronda.

    Puerto del Espino (800 m)

    Decidí alojarme en el Hotel Rural el Cortijo, situado en el Camping del mismo nombre, a 7 kms de la ciudad en dirección a Campillos. La habitación me encantó, amplia y cómoda, en planta baja y con la pared de cristal con vistas al campo, y viendo tu moto aparcada en la puerta, detalle que a los motoristas nos suele gustar. Por la mañana compartí desayuno con el propietario, sólos los dos en el restaurante, junto a una fantástica chimenea, en la que me demoré charlando con él más de una hora, con un excelente café y un buen mollete de Antequera. Era el típico empresario rural del sur, conservador, opulento y simpático, con su rebeca y su Audi en la puerta. Entendí por qué en el dial de la televisión estaban la Cope, Radio María y Rock FM, y no estaba Radio 3. Pero bueno, no me quejaré, me pegué una ducha larga y calentita escuchando a Van Morrison. Es posible que vuelva por allí.

    Desayuno con chimenea en el Hotel Rural El Cortijo (Ronda, Málaga)

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